Cuando Samuel escuchó las palabras de Jorge, lo halagó:
—¡Ja! ¡Con «usted» dándoles caza, Sr. Zulueta, de seguro están muertos!
Jorge tenía una expresión complacida en el rostro, pero lo que salió de su boca fue:
—Aunque no pienso que Cruz y Dávila sean tan buenos, el hecho es que cada vez que alguien declara sus malas intenciones hacia ellos, los arrestan. Por tanto, tendré que ser reservado y operar en la oscuridad.
Samuel estaba ansioso porque la familia Zulueta se deshiciera de Nataniel. Para él, aquel hombre deplorable era la razón por la que la familia Sosa se encontraba en la situación actual.
—¿Puedo preguntar qué planea hacer, Sr. Zulueta?
—¿Esta mujer es de la familia Sosa? —En respuesta, Jorge le lanzó una foto.
Samuel recogió la foto, la miró y vio que era Penélope.
—Es mi sobrina. Sin embargo, exiliamos a su familia hace mucho tiempo. La familia Sosa ya no tiene nada que ver con ella.
—¿En serio? Muy bien. Es muy linda y me gusta —dijo Jorge con una sonrisita.
Samuel y el resto de los hombres se quedaron desconcertados con sus palabras. Unos instantes después, recordaron otro aspecto importante sobre este hombre.
El apodo de Jorge Zulueta era el Picaflor, pues tenía fama de acostarse con muchas mujeres hermosas. Una vez que posaba sus ojos en una mujer, hacía cualquier cosa por tenerla. Cualquier cosa.
Con una sonrisa malvada continuó:
—Pensé que debía decírtelo antes, ya que es tu sobrina. Sin embargo, no tendré que contenerme más, pues no tiene nada que ver con la familia Sosa. En menos de dos semanas, me aseguraré de que Cruz y Dávila sufran muertes horribles como corresponde, mientras Penélope Sosa grita de placer debajo de mí.
…
Nataniel llegó a su casa en la tarde. Como era domingo, Peni y Reyna estaban ahí.
Cuando la pequeña lo vio, salió corriendo con sus piernas cortas diciendo un dulce «Papá».
Se agachó para cargarla y le dio un beso fuerte en cada una de las mejillas regordetas.
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