Los cuatros estábamos agotados, en eso entra Kimberly.
— ¿Cómo van aquí?
—Pues que te ha buscado al mejor, porque nos ha partido a todas y nos dejó sin ganas de más — dije.
—A mi hasta me duele aún adentro — dijo Stefany.
—Ramón no conocía esos dotes tuyos.
Ella se acercó hacia donde estábamos nosotras, le agarro su pene y empezó a chuparlo.
—Al parecer has hecho gozar a estás zorras, ahora te toca hacer gozar a tu jefa, se que te mueres por hacerlo.
No sé de dónde saco fuerzas este hombre, pero no tardó en tenerlo parado.
—Eso me gusta, con razón has dejado quieta a estás tres.
Sin tanto preámbulo se sentó sobre el, pero solo pudo meterse la mitad.
—Esto si que es enorme, no creo que alguien sea capaz de metérsela toda — dijo Kimberly.
—Yo si lo he hecho, toda ha estado dentro de mi— dije.
—No te creo, esto es enorme — seguía negando ella, pero todos afirmaron.
Ella se movía a como podía, pero tenía que tener el cuidado de no dejar caer todo su cuerpo para no lastimarse.
—Espero que no sea la última vez que nos haga disfrutar de esto — dijo Kimberly.
—Siempre y cuando no me despida, estaré cuando usted me necesite — dijo Ramón.
—No hombre como te voy a despedir, solo era para asustarte y que dieras todo con ellas, sino se comerían vivo a todos, pero he escogido bien.
Ella cambio de posición y se puso en cuatro.
— ¿Está usted segura de esto? — Pregunto Ramón.
—Claro que lo estoy, tu solo hazlo — dijo Kimberly.
El sin dudarlo comenzó a meterlo, pero no era en su coño, era en su ano, literalmente le estaba partiendo el ano.
—Esta cosa duele, pero no me arrepiento, sigue metiendola.
El no paro por ningún momento, hasta que tuvo buena parte adentro, comenzó su rutina y la agarraba a ella como si fuera muñeca, los gritos se podía escuchar a lo lejos y cuando llegó al orgasmo fue un grito ahogado, cuando el la saco se podía ver el gran hoyo que dejó Ramón
—Creo que no podré sentarme en días — dijo Kimberly.
—Usted lo quería, yo por eso le pregunté.
—No me arrepiento, siempre quise una de ese tamaño en mis dos hoyos, pero nunca me imaginé que fuera contigo, ahora vístete y regresa a tu sitio.
El así lo hizo y luego salió sin decir nada.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Secretos - La historia de una acompañante