Bien sea por cumplirle a Tiberius o por sentirse bien con ella misma, Evana surgió de las cenizas, su vientre crecía y su determinación también, atendió a todas y cada una de las indicaciones de su hermano, imposible no decir que cada noche antes de dormir su mente la traicionaba, pero lo fue superando y ahora, cada mañana, se levantaba con una sonrisa dispuesta a todo.
–Doctor, ¿todo bien con mis bebés?
–Así es señora Wellington, todo bien con sus bebés, nos vemos dentro de cuatro semanas.
Afuera la esperaba su asistente, una joven italiana muy diligente con quien podía conversar de cualquier tema y que la entretenía horrores porque conocía los mejores chismes de celebridades, por ella supo de la boda de Ignacio:
–Bueno jefa, hay de todo en este mundo, he estado siguiendo los preparativos de la boda de una americana que se cree una estrella de Hollywood, ha posteado todo, desde las invitaciones, pasando por la prueba de pasteles, vestido, hoy está escogiendo la lencería para la noche de bodas que será en una semana, mire esto.
Cuando la joven le mostró la pantalla era nada más y nada menos que Alya, haciendo un vivo desde una tienda Victoria´s Secret.
No quiso demostrar debilidad frente a la joven ya que ella no conocía nada de su pasado, así que solo sonrió y continuó su camino hacia el automóvil.
“Una semana, en una semana estarán casados” –pensó.
***
De la mano de Tiberius pronto estuvo tomando decisiones importantes en la empresa, analizando y opinando en acuerdos internacionales, su hermano solo asentía en silencio cuando ella intervenía y en muchas ocasiones solo con la firma de ella bastó para que se ejecutaran los planes.
Trabajó hasta que faltaban solo dos semanas para la fecha probable de parto, su hermano se instaló en Roma para estar con ella en ese momento.
–¿Por qué no te quedas conmigo en la villa?
–Porque necesito mi espacio.
–¿Tienes novia y no me quieres decir?
–Mi corazón está en una caja de seguridad y perdí la llave, no tengo novia y no estoy para desperdiciar mi tiempo en relaciones fallidas.
–Me gustaría verte feliz con una mujer que te adore, lo mereces.
–Merezco paz y tranquilidad, nada más.
El tiempo avanzaba inexorablemente y llegó el día para el que se había preparado no solamente ella, sino el personal a su servicio en la villa.
–Analía –llamó–, los bebés ya vienen.
–Muy bien señora, cálmese, tenemos todo listo, le avisaré a Julio para que saque el automóvil, notificaré a su médico y también llamaré al señor Wellington.
La entrada a la clínica fue muy calmada, Evana se había preparado mentalmente para no dar un espectáculo gritando que les sacaran a los niños, aunque cada contracción la hacía retorcerse en la silla de ruedas que le proporcionaron.
–¿Cómo está señora Wellington? –preguntó el médico entrando a la habitación, pero al ver su mirada sonrió–, no me mire así que me asusta, déjeme examinarla, por favor.
–¿Ya doctor? –quiso saber ella tratando de controlar su ansiedad.
–Falta poco, volveré en una media hora.
–Ay no.
***
Tiberius llegó justo en el momento en que la preparaban para llevarla al quirófano, le harían una cesárea, fue una decisión de última hora porque uno de los bebés se había girado peligrosamente.
–Tengo miedo hermano, uno de mis niños corre peligro.
–Los dos son muy fuertes, pero debe ser George, te dije que ese nombre no le gustaba.
–Hermano, si algo me pasa… Tú los cuidarás, ¿verdad?
–Tú vas a cuidarlos y yo te cuidaré a ti, ahora ve a traer a mis sobrinos al mundo.
Se la llevaron y Tiberius cerró los ojos, había hecho gala de mucho temple delante de su hermana, ahora podía darle rienda suelta a su angustia, cuando el médico le avisó por teléfono que la intervendrían quirúrgicamente de emergencia, su corazón se saltó un latido.
–Vamos, vamos, has logrado mucho, hermana, no puedes rendirte ahora –expresaba viendo a la camilla con su hermana perderse en el pasillo.
–Señor Wellington, ya estoy aquí –anunció Raffaella, la asistente de Evana.
–Gracias Raffaella, ahora solo queda esperar.
La chica se sentó a cierta distancia de Tiberius, él la intimidaba, la cohibía, ella se consideraba extrovertida, pero frente a ese hombre imponente y con un rostro tan hermoso como enigmático donde nunca podrías averiguar qué pensaba, se sentía la más tímida del mundo.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Señor exmarido, sus gemelos vienen a cobrar deudas.