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Ella volvió a ver el mensaje sin respuesta alguna de Santiago.
Santiago tal vez también había malinterpretado la situación.
Ella reflexionó por u momento y decidió responderle a Santiago: —Quizás lo que paso fue que malinterpretaste mis palabras. No intentaba indagar sobre tus debilidades para amenazarte con retirarte de la competencia; la verdad esa no era mi intención.
Tras enviar el mensaje, Alicia siempre sentía que su explicación era algo forzada.
Roberto había mencionado en algun momento que la familia de Santiago no estaba de acuerdo con que él jugara videojuegos.
¿Sería que en su vida anterior Santiago se retiró de la competencia por su familia y no por la razón que ella creía?
Al ver el mensaje de Alicia, Santiago finalmente despertó, y de repente, el mucho sueño se disipó.
Se sentó y, al leer el mensaje de Alicia, respiró aliviado.
Él siempre había afirmado que su cuñada no tenía malas intenciones hacia él.
Santiago respondió alegre: —Entonces, me quedo tranquilo.
Al ver la respuesta de Santiago, Alicia también se sintió más tranquila: —¿Irás a la fiesta este fin de semana?
—¡Por supuesto que iré!
Él estaría allí para proteger como fuera a su cuñada, especialmente porque Roberto, dada su posición, definitivamente no se atrevería a aparecer.
Ahora era su turno de destacarse.
Haría que Roberto comprendiera y una vez por todas lo valioso que era tener un hermano tan inteligente y sensato, haciendo que se arrepintiera de haber dicho que Santiago simplemente era un hermano recogido de un basurero.
—¡Santiago! ¿Cómo es que aún no te has levantado? ¡Tu abuela te está esperando para desayunar juntos!
Teresa abrió la puerta del dormitorio y, al ver el terrible desorden, sintió que le palpitaba la sien de la ira.
—Madre, ¿cómo puedes entrar a mi habitación así sin más? Yo también tengo derecho a la privacidad. ¿No crees?
—¿Qué privacidad, ni que nada? ¡Levántate ya!
Teresa miró a Santiago y dijo: —Tu hermano te ha mandado aquí para que no vayas tras esa chica que está protegiendo, ¿no es así?
—Madre, ¿podrías respetar también un poco la privacidad de mi hermano?
—Lo hago por su bien.
Santiago se hurgó la nariz: —Tú, como madrastra, ¿por qué te metes tanto en nuestros asuntos?
Al escuchar esto, la presión arterial de Teresa subió: —¿Qué dijiste?
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