Sin Reconciliación, me Casé con un Magnate romance Capítulo 672

Él tenía el rostro serio: —Quieres obligar a Alicia a retirar la denuncia en la comisaría ¿verdad?

Beatriz respondió algo forzada: —¿Acaso hay algo malo en eso? En realidad, ese asunto no tenía nada que ver con Lucía, ella solo fue arrastrada por las circunstancias.

—Entonces deberías decírselo a la policía, no a ella.

El tono de Roberto contenía una amenaza: —Lucía ha cometido tantos errores, incluso causó una muerte. Es hora de que pague por lo que hizo.

—No, Beto, tú también viste crecer a Lucía. Tu madre incluso quiso adoptarla como ahijada, ¿lo olvidaste?

Beatriz, al oír las palabras de Roberto, entró en pánico de inmediato. Si él se involucraba en este asunto, ya no habría forma de darle la vuelta.

Roberto apartó bruscamente la mano de Beatriz: —Ya deberías irte.

—Beto, no puedes hacer esto. Nuestras familias siempre han tenido una buena relación. No deberías actuar así.

Beatriz estaba realmente desesperada.

Roberto la acorraló hasta la puerta y bajó la voz: —Si no quieres que la familia Mendoza se declare en bancarrota, será mejor que cierres la boca.

Beatriz lo miró conmocionada. ¿Lo había descubierto?

Entonces Roberto estaba usando a la familia Mendoza para advertirle que se callara y no le contara a Alicia lo del accidente.

Beatriz sintió una ligera satisfacción; eso significaba que había encontrado el punto débil.

¿Podría usar eso a su favor?

Pero al siguiente segundo, Roberto cerró la puerta de la habitación sin prestarle atención a Beatriz, que estaba fuera.

Rocío se acercó a Beatriz: —Por favor, retírese.

Le lanzó una mirada fulminante a Rocío: —Fuiste tú quien avisó a Roberto ¿no es así? Qué lástima, Alicia no se casará con él. Te equivocaste de persona a quien complacer.

Beatriz se marchó enfurecida. Tendría que volver a planear todo desde el principio.

—Lo tendré en cuenta.

Alicia lo miró con atención, fijándose en esos rasgos guapos y maduros frente a ella. Era fácil imaginar cuántas chicas se habrían lanzado a sus brazos en su día a día.

De repente, sintió un poco de celos por aquellas chicas.

Roberto entró en pánico al instante: —Alicia, mi abuela no es que no te quiera. Ella dijo eso porque...

—¿Porque qué?

Alicia lo miró levantando el rostro. Extendió las manos para sujetar su cara, observándolo atentamente, desde el entrecejo, bajando por el puente de la nariz, hasta llegar a los labios delgados.

El cuerpo de Roberto se tensó. De repente, se sintió atrapado por un miedo inmenso.

La mirada de Alicia se detuvo en sus labios: —¿Hay algo que me ocultes?