Sin Reconciliación, me Casé con un Magnate romance Capítulo 727

Después de que Alicia terminó de hablar, María se puso bastante furiosa.

¡Ni loca pensaba arrodillarse!

Alicia se recostó tranquila en el sofá: —¿Qué te parece? Este trato es bastante ventajoso, ¿no crees?

Pero María miró suplicante a Marco: —Marco, ella se está pasando de la raya.

Alicia habló con frialdad: —De todos modos, cuando te cases con Marco tendrás que inclinarte y rendir homenaje a mis padres, así que mejor arrodíllate desde ahora. ¿No crees?

Al escuchar esto, Vicente contestó: —Alicia tiene razón, de cualquiera manera tendrás que arrodillarte. No pasa nada si lo haces ahora.

María rompió en llanto desconsolada: —Pero no quiero arrodillarme ahora.

Vicente puso cara seria: —Entonces olvídate de este vestido. Me parece que hay otros vestidos de novia disponibles.

Alicia miró al empleado: —Llévate el vestido.

—¡Espera!

María detuvo al empleado, temblaba de rabia. Si hoy terminaba usando un vestido de estudio fotográfico, ¿no se convertiría en una burla en el futuro?

Perder la dignidad en este momento era mejor que convertirse en la risa de la alta sociedad por la noche.

María apretó frustrada los dientes y dijo con tristeza: —¡Me arrodillaré!

Alicia observó con sarcasmo cómo María subía las escaleras, tomó el vestido y la siguió silenciosa. Al ver que María se arrodillaba, dijo: —Recuerda golpear el suelo con fuerza al inclinarte.

María se arrodilló a regañadientes y realizó tres reverencias.

Al ver esa escena grata, Alicia por fin se sintió mucho mejor; al menos había logrado que la hija de su enemigo se arrodillara.

María se levantó de inmediato, furiosa, se acercó a Alicia con determinación y extendió la mano: —He hecho lo que dijiste. Ahora dame el vestido.

Alicia la miró con burla en los ojos: —En verdad no tienes vergüenza.

Al parecer, para María, las marcas de lujo eran lo más importante.

Alicia echó un vistazo al vestido en sus manos y lo rasgó con fuerza, ya que en el fondo de su corazón la despreciaba con el alma.

María se puso roja de la furia al instante y gritó con voz aguda: —¡Alicia, dijiste que me darías el vestido! ¡No cumples tu palabra!

Pero Alicia lo había desgarrado sin dudarlo.

Alicia tiró con desprecio el vestido frente a María: —Toma, aquí lo tienes. He incumplido mi palabra.

—Pero ¿cómo se supone que voy a usar este vestido?

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