Rufina hablaba con los ojos cada vez más rojos de la emoción:
"De verdad, solo cuando tienes a un hijo así en casa puedes saber lo difícil que es ser padre. Estos dos años no he podido dormir bien ni comer tranquila...
Los dos años después de que nació Iker, no me atreví a controlar lo que comía porque estaba amamantando y luego eso me llevó a comer sin control. Llegué a pesar casi 200 libras.
Pero desde que él tuvo el problema, perdí peso hasta llegar a las 90 libras en dos meses... Es demasiado duro... demasiado."
Carol escuchaba en silencio, y después de que Rufina terminó, habló:
"Sé que estos años han sido muy duros para ti."
Ponerse en los zapatos del otro es solo una expresión, es difícil entender completamente lo que siente alguien si no lo has vivido.
Pero como madre, ella podía entender el sufrimiento de Rufina.
Laín, Ledo y Luca tienen cinco años, y en estos cinco años también han estado enfermo muchas veces.
Cada vez que tenían fiebre o se resfriaba, Carol se asustaba mucho, no podía dormir y no se atrevía a dejar al niño solo ni un momento.
Y con la situación de Iker, que hasta llegaba a autolesionarse...
Se podía imaginar lo que Rufina había pasado todos estos años.
La Sra. Fuentes, Rufina, se sonó la nariz y luego sonrió:
"No sabes que después de que hablaste con él aquel día, de repente me llamó 'mamá'... Casi lloro de la emoción, después me pidió que le hiciera sopa, yo... yo..."
Cuando se emocionó, la Sra. Fuentes no pudo evitar las lágrimas.
Carol sacó un pañuelo y se lo pasó:
"Todo va a mejorar."
"Sí, tiene que mejorar. Solo después de conocerte empecé a creer en eso. Antes de que aparecieras, su padre y yo ya nos habíamos dado por vencidos.
En nuestra casa no nos falta dinero, buscamos a los mejores médicos y no pudimos curarlo, hasta que te vimos y entonces sentimos esperanza... Srta. Carol, eres la salvadora de Iker, eres un ángel para la familia Fuentes."
Carol se apresuró a decir:
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