Aspen miró el mensaje de Paulo con la cara hecha un poema y dijo. "¡Mejor no le contesto ahora!"
Estaba claro que Paulo estaba usando la ceremonia de los ancestros para ridiculizarlo tanto a él y a Miro.
Después de colgar, se prendió otro cigarrillo.
Con Miro en esa condición, era imposible que se arrodillara para honrar a los ancestros o se parara a dar un discurso.
¡Solo se convertiría en el hazmerreír de todos!
Y si encima le daba otro ataque…
De repente, un estruendo vino desde la sala. Aspen rápidamente apagó su cigarrillo y salió corriendo.
Miro estaba parado en la puerta de la cocina, y en el suelo, había una cuchara de cerámica hecha añicos.
Aspen corrió hacia él y preguntó,
"¡Miro! ¿Estás bien? ¿Te lastimaste?"
Miro negó con la cabeza.
Aspen preguntó, "¿Qué hacías solo en la cocina buscando una cuchara? ¿Qué querías hacer?"
Miro respondió tranquilo, "Comer."
Aspen se quedó sin palabras... "¿Recuerdas lo que te dijo papá hace un rato?"
Miro guardó silencio por tres segundos y luego dijo,
"Tráela aquí, quiero verla."
Aspen se sorprendió y exclamó, "¿Qué?"
Miro añadió, "Eso sí, solo si entre tú y ella todo es transparente."
El corazón de Aspen latía más rápido. ¿Miro estaba dispuesto a aceptar a Carol?
No pudo evitar reírse.
Todo su malestar desapareció y comenzó a sentirse extrañamente alegre.
Miro aceptaría a Carol, a una extraña, ¡ese era su primer paso!
Antes de decir aquellas palabras, ni siquiera había pensado que Miro aceptaría a Carol, no tenía ni un poquito de esperanza.
Parece que la comida de Carol realmente había conquistado su corazón.
¡Carol, te la rifaste! ¡Ese es mi orgullo!
Aspen estaba feliz por dentro y no pudo evitar elogiar a Carol en su mente.
"Papá nunca te mentiría con algo así. Si hay algo entre ella y yo, podrás verlo tú mismo. Come primero, luego la contacto para que venga a verte." Dijo Aspen.
Era un poco infantil que la desbloqueara así como así, se sentía un poco avergonzado ahora.
Aspen pensó por un momento y decidió que por su hijo valía la pena pasar la vergüenza.
Desbloqueó a Carol y se armó de valor para llamarla.
La primera vez, ella colgó.
La segunda vez, ella colgó de nuevo.
A la tercera, ¡ella lo bloqueó!
Aspen, con la cara negra como una tormenta, intentó agregarla de nuevo en Facebook, intentando salvar un poco su orgullo puso como mensaje:
Abel me pidió que te agregara, necesita hablar contigo.
Pero el mensaje se perdió en el vacío, ella no aceptó.
Y entonces, el teléfono sonó. Era Abel.
"Aspen, la Señorita Carol dice que te mandé un mensaje para que la agregaras en Facebook, ¿cuándo te dije yo eso?"
Aspen sintió que se le caía la cara de vergüenza.
Furioso y avergonzado, replicó, "¡Ven por mí, vamos a buscar a Carol!"

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