Aspen había ido a buscar a Carol justo cuando ella colgó el teléfono con Lamberto.
Después de preocuparse por Miro, ahora su atención estaba en Samira.
Para el asunto de Samira, solo podía comunicarse con Lamberto, primero porque su familia tenía recursos y podía obtener más información.
Y segundo, porque para Lamberto, Samira era un amor del pasado, y le importaba mucho su situación.
Que Samira no había salido del país era algo que aún no le había contado a Tania, porque ella solo se preocuparía igual que Carol y poco más podría hacer.
Tampoco se lo había dicho a Enrique, porque en el fondo no confiaba del todo en él; no quería alertar al enemigo con sus palabras.
De repente, sonó el timbre y Carol, aún en ropa de casa, salió del dormitorio para abrir. "¿Quién es?" Preguntó ella.
Nadie respondió...
Aspen estaba justo a fuera, con el ceño fruncido, miró insatisfecho a Abel y le ordenó, "¡Habla!"
Abel estaba confundido...
¿Por qué tenía que hablar él si era Aspen quien buscaba a Carol?
Pero al final, la fuerza está en quien tiene el poder, así que Abel aclaró su garganta y respondió con una sonrisa,
"Señorita Carol, soy yo, Abel."
Carol tenía una buena impresión de Abel, así que sin dudarlo abrió la puerta,
"Abel, ¿qué sucede?" Preguntó Carol.
En cuanto terminó la frase y vio a Aspen, ¡su expresión cambió por completo!
Frunció el ceño y cambió de actitud a una más fría y dijo, "¡¿Qué haces aquí?!"
Pasó de ser cálida a fría en un instante, su cambio de actitud era evidente.
Aspen no estaba para nada contento al ver cómo Carol se comportaba de forma tan diferente con él y con Abel. Sus labios delgados estaban apretados, claramente estaba tratando de contener su ira.
¡Hacía tiempo que nadie se atrevía a tratarlo de esa forma!
Abel intervino rápidamente para calmar las aguas,
"Nos hemos tomado la molestia de venir a agradecerte por la comida que preparaste para Miro. También queríamos hablar un poco más sobre él."
Carol se sentó enfrente de él. Vestía un cómodo atuendo de algodón con estampado de crisantemos y bordes de encaje blanco. Era un diseño simple y conservador, pero la hacía ver fresca y elegante, muy acorde a su personalidad.
El vestido la hacía lucir bonita, pero no vulgar ni provocativa.
Daba la impresión de ser una mujer dócil y amable.
Sin embargo, en cuanto abrió la boca, se transformó de gatita a tigresa,
"¡Habla de una vez si tienes algo que decir!"
Aspen frunció el ceño, conteniendo su molestia y dijo, "Gracias por cuidar de Miro."
"No hay de qué, preocuparme por Miro no tiene nada que ver contigo."
Su preocupación era pura, porque Miro se parecía tanto a Laín y a Ledo que le daba pena.
Aspen insistió diciendo, "Claro que tiene que ver conmigo, ¡soy su padre!"
Carol no tenía pelos en la lengua y dijo, "¡Eso tampoco tiene nada que ver contigo! Para mí, Miro es un individuo independiente. Solo me interesa cuidar de Miro y nada más. Si viniste solo por eso, ya puedes irte. ¡No eres bienvenido en mi casa!"

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