Aspen sentía que el fuego dentro de él estaba a punto de descontrolarse.
"...¿Podrías hablar con calma? No vine para pelear contigo." Dijo él tratando de calmar la situación.
Carol no tenía ninguna intención de contener su furia.
"¡¿Quién está peleando contigo?! ¿Acaso somos tan amigos como para pelear? ¡Deja de alabarte tanto!"
"Tú... ¿esa es la actitud con la que respondes a un agradecimiento?"
"¿Desde cuándo alguien da las gracias con esa cara de pocos amigos? ¡Si no querías venir, no hubieras venido, nadie te obligó!"
"¡Carol!"
"¡Perro!"
Él alzaba la voz, pero la de Carol era aún más alta.
Él la llamaba por su nombre, sin embargo ella lo llamaba perro.
¡A ver quién le temía a quién!
Aspen estaba tan enojado que le costaba respirar. "¿Qué me llamaste?! Eres totalmente..."
Pero justo al empezar a hablar, Carol lo interrumpió de nuevo.
"¿Totalmente irracional, verdad? ¡Así soy yo, irracional! ¿Y qué vas a hacer?"
"¡Carol!"
"¡Deja de llamarme por mi nombre! Así es como te trato y si no lo soportas, ¡mejor lárgate ya! ¡Vete ahora y no me molestes más!"
Aspen estaba tan furioso que no podía hablar.
Carol, rápida y mordaz, ¡llevaba el completo control de ese enfrentamiento!
El siempre imponente y arrogante Aspen había perdido esa discusión.
Desde que Aspen tenía memoria, nunca se había sentido tan frustrado.
¡Incluso aquellos en la familia Bello que pasaban el tiempo pensando en matarlo jamás se habían atrevido a ser tan descarados frente a él!
Sin poder salvar su dignidad, pensó en levantarse e irse, no queriendo lidiar más con esa mujer despreciable.
Pero al pensar en su hijo, solo podía apretar los labios con fuerza y mirarla fijamente, y ¡ferozmente!
Por su hijo, ¡él aguantaría!
Aspen dijo entre dientes: "¿Crees que si Miro no me lo hubiera pedido, habría venido a buscarte? ¡Nunca!"
De repente, la cerradura se abrió y la puerta se empujó hacia adentro.
Carol saltó del sofá como si hubiera sido golpeada por un rayo.
Entró en pánico, sin pensar, agarró el brazo de Aspen y lo arrastró al dormitorio más cercano.
Sin tiempo para cerrar la puerta del dormitorio, los pequeños ya se habían lanzado hacia adentro.
"¡Mami! ¡Tus pequeños tesoros han vuelto antes de tiempo! ¿Sorprendida o no, inesperado o qué?" Ledo celebraba con alegría.
¿Sorpresiva? ¡Sorpresa nada! No había alegría, solo susto.
¡Casi la matan del susto!
Carol, con el corazón en un puño, se sentía al borde de la locura escuchando cómo los pequeños se acercaban.
Con un rápido tirón de la puerta del armario, apresuradamente empujó a Aspen adentro.
No fue hasta que la puerta del armario se cerró que Aspen se dio cuenta de que también estaba adentro.
Cuando pensó en salir, ya era demasiado tarde, Ledo ya había entrado.
"¡Mami!"

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