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A Fern le pareció gracioso cuando le oyó referirse a sí mismo como su hombre. Ella miró fijamente a su cara de cerca y sonrió de manera burlona.
“Para mí, solo eres el padre de mi hija. Aparte de eso, no tenemos ninguna otra relación”, dijo Fern. Ella tampoco quería estar relacionada con él de ninguna otra manera. “Oh, es cierto. Ya que compraste mi contrato, ahora eres mi jefe”.
Eugene miró fijamente y de cerca los delicados rasgos del rostro de la mujer. Él odiaba la sonrisa ambigua y burlona en el rostro de ella. Él alargó la mano y le sujetó la barbilla. “Me estás lastimando al decir eso. ¿De verdad crees que no tenemos relación de alguna otra manera especial?”.
En cuanto terminó de hablar, él acercó su alto y robusto cuerpo a ella. La espalda de Fern estaba presionada contra el escritorio y empezó a doler un poco. Sus cuerpos estaban pegados y la vergüenza la invadió al instante. Ella intentó apartarlo.
“¡Aléjate! ¡Aléjate de mí!”.
La robusta complexión de Eugene era como un muro. ¡Ella no podía alejarlo! Él le agarró la barbilla y la levantó, y luego fijó en ella su mirada profunda y sombría.
“¡Dime! ¡¿Quién soy yo para ti?! ¡¿Cuál es la relación entre nosotros?!”.
“¡Ya te lo dije antes!”.
“Eso no cuenta. ¡Dilo otra vez!”.
“¿Estás mal de la cabeza?”.
“¿Tan difícil es admitir que soy tu hombre, eh?”, le preguntó él con una expresión seria en el rostro. “¿No tenemos una relación en la que compartimos la misma cama?”, añadió él.
Fern no pudo evitar gritar en voz alta: “Tú... ¡Eres muy repugnante!”.
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