—Jacobo Puente, en quince días regreso a Nova Estrella para casarme contigo.
En la pequeña terraza del bar, Belén Luján estaba acurrucada en un sofá oscuro, su voz sonaba serena al otro lado de la línea.
La respuesta llegó de inmediato, con una voz masculina, cortante y distante, que imponía respeto.
—Belén, si no me falla la memoria, hace dos meses ya habías cancelado nuestro compromiso por ese supuesto novio tuyo.
Belén apretó los labios, conteniendo emociones.
Hace dos meses, había querido llevar a Gael Farías, su novio de siete años, a conocer a sus padres. Apenas insinuó la idea en casa, sus padres la sorprendieron: la familia Luján y la familia Puente ya preparaban una boda arreglada. Jacobo, el hijo mayor de los Puente, era su prometido “de nombre”.
Por defender su relación con Gael, Belén armó una pelea monumental en casa. Efraín Luján terminó en el hospital del coraje y, desafiante, Belén apostó con su familia que sería feliz con Gael toda la vida, para que vieran que su elección no había sido en vano.
Sin embargo, en tan solo dos meses, el amor que sentía por Gael se fue desgastando, especialmente por la forma en que él siempre protegía a Anaís Suárez, su “hermanita adoptiva”.
Pero lo de hoy superaba todo.
Hoy era su aniversario de novios. Gael la había dejado plantada y, para colmo, se encontraba coqueteando con Anaís en un bar.
Belén apretó aún más su celular, su voz apenas un susurro, pero firme.
—Voy a terminar con él.
—¿Necesitas que te ayude?
La voz de Jacobo era como una ráfaga de viento helado, fuerte y dominante.
—No hace falta —respondió Belén, bajito—. Yo me encargo de cerrar este capítulo. No tendrás que preocuparte.
—En estos años invertí mucho en su empresa. Necesito tiempo para recuperar lo mío. Espero que puedas esperarme.
—De acuerdo. Nos vemos en el aeropuerto en quince días.
Jacobo colgó sin más.
Belén guardó su celular y se quedó mirando un punto fijo, perdida en sus pensamientos. Pasados unos segundos, se levantó y caminó hacia una de las salas privadas del segundo piso del bar.
—¿Be... Belén?
Alguien la vio y soltó el grito como si hubiera visto un fantasma.
Gael abrió los ojos de golpe y su mirada chocó con la de Belén, que lo veía con una media sonrisa cargada de ironía. El ambiente se tensó. De inmediato soltó a Anaís y, abriéndose paso entre el grupo, se acercó a Belén. Su voz sonó seca, casi a la defensiva:
—¿Qué haces aquí?
La seguridad con la que hablaba solo aumentó el sarcasmo en la mirada de Belén. Sin mirar a Gael, fijó sus ojos en Anaís, quien la retaba con la mirada. Belén arqueó los labios y soltó:
—¿Se te olvidó qué día es hoy?
Hoy era su aniversario.
Gael finalmente entendió por qué Belén había aparecido ahí. Se le notó la molestia en las cejas, y buscó una excusa sin pensar mucho:
—Anaís no andaba de buen ánimo y vine con los demás para animarla. Todo esto fue cosa de la gente, jugando y haciendo relajo, por eso...

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