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Tu Tío en mi Cama: El Inicio de mi Venganza romance Capítulo 4

—Señora, acaban de abrir un nuevo salón de té aquí cerca. Permítanme invitarlas a probarlo.

—Mejor vamos con Begoña —dijo Wendy, y sin más, tomó a su madre del brazo y, seguida por varias empleadas, se dirigió a la habitación 868.-

Josefina, la madre de Begoña, las seguía de cerca.

Josefina había enviudado joven y llevaba más de veinte años trabajando como empleada doméstica para la familia Quiroga.

La señora Quiroga, compadeciéndose de ella por criar a su hija sola y valorando su esmero en el trabajo, no solo le pagó la colegiatura y los gastos a Begoña, sino que también, en un gesto de generosidad, la dejó vivir en su casa y la inscribió en el mismo colegio privado de élite que Wendy.

Jamás imaginó que estaba metiendo al enemigo en casa.

Begoña y su madre, lejos de mostrar gratitud, no hacían más que compararse con Wendy. Peor aún, se aliaron con Dante para conspirar contra los Quiroga, con la intención de despojarlos de todo.

Esta vez, Wendy se aseguraría de que Begoña devolviera hasta el último centavo que le había sacado a su familia.

Pronto, Wendy y su grupo llegaron a la puerta de la habitación 868.

-¡Ding-dong, ding-dong!-

Begoña, al oír el timbre, pensó que era Dante que había regresado y corrió emocionada a abrir.

-¡Clic!- La puerta se abrió.

—Dante, ¿tan rápido…?

Al abrirse la puerta, lo primero que Begoña vio fue a Wendy y a la señora Quiroga.

Dante estaba detrás de ellas, con una expresión tensa y demacrada, haciéndole señas a escondidas.

Josefina y las demás empleadas, que estaban más atrás, apenas reconocieron a Begoña en su atuendo provocador y llamativo.

Begoña se quedó helada por un instante. Al reaccionar, se quitó deprisa las orejas de conejo que llevaba en la cabeza y trató de cubrirse con el pijama de seda, tan fino que era casi transparente.

—…Wendy, señora Quiroga, ¿qué hacen aquí?

La señora Quiroga la miró de arriba abajo, y su vista se detuvo en el pijama.

Corto y delgado, apenas le cubría el pecho y dejaba el trasero al descubierto. Tenía plumas adornando el escote y una cola de conejo en la parte de atrás.

Esa imagen contrastaba por completo con la apariencia recatada y dócil que solía mostrar.

Wendy sonrió y comentó con sarcasmo:

—Vaya, qué sexi. Begoña, ¿ya tienes novio?

—Y ni siquiera me lo cuentas. ¿Así es como tratas a tu mejor amiga?

—Eh… no, no tengo novio —el rostro de Begoña se encendió, y deseó que la tierra se la tragara.

La señora Quiroga frunció el ceño y dijo con seriedad:

—Begoña, todavía eres una estudiante. Deberías concentrarte en tus estudios.

Josefina se frotó los ojos y, al confirmar que era su hija, estalló en furia.

—Begoña, ¿qué son estas fachas? ¿Con qué vago te metiste anoche?

—Mamá, yo… yo no…

—¡No me mientas! ¡Mírate nada más, qué vergüenza! La señora gasta una fortuna en tu educación, y tú, en lugar de estudiar, te dedicas a estas cochinadas.

Josefina estaba furiosa, pero sobre todo, temía que la señora Quiroga, al ver a su hija en ese estado, le cortara el apoyo económico.

Así que, sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre ella y la golpeó con fuerza. Sabía que la señora Quiroga era de corazón blando, y esa era su única carta.

—Wendy, lleva a Begoña al hospital para que la revisen. No vaya a ser que se haya lastimado. Y consuélala un poco.

—Sí, mamá.

La señora Quiroga no dijo más, se dio la vuelta y se fue con sus empleadas.

En cuanto se marchó, la expresión de Dante cambió por completo.

Se acercó deprisa a Begoña y la levantó del suelo.

—Begoña, ¿estás bien? ¿Te lastimó?

—Dante… —Begoña lloró con más fuerza, apoyándose en él, frágil y desolada.

Dante miró a Wendy con furia, sin molestarse en disimular.

—Wendy, ¿ya estás satisfecha? Trajiste a tu madre a propósito para humillar a Begoña y mira cómo la dejaron. ¡Eres una miserable!

Ya no quería fingir.

Al fin y al cabo, Wendy estaba loca por él, era la que siempre se arrastraba, sin un ápice de dignidad.

Decidió ser directo y decirle que a quien amaba era a Begoña.

Si todavía quería casarse con él, tendría que aceptar a Begoña como su amante.

—¿De qué hablas?

—Discúlpate con Begoña ahora mismo. Y sobre el Porsche que prometiste regalarle, quiero que vayas a comprarlo hoy mismo como compensación.

—Si no lo haces, cancelamos la boda.

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