Una curvy para el Alfa romance Capítulo 137

—Algunos creen que es el alfa quien le da el poder a la Luna, pero es la Luna anterior que se lo entrega a la nueva. Y yo te lo he dado a ti pequeña— dice solemne.

—Pero... eso quiere decir que ahora tú... — digo angustiada entendiendo lo que ha sucedido.

—Tú eres la Luna ahora, y toda la protección de la manada caerá sobre ti. También por ello mi esposo, el padre de Sebastián, perderá poder. Solo falta que en tu ceremonia seas presentada a todos— me parece un gran sacrificio de su parte, una Luna no da su poder así como así.

Yo quedo bastante conmovida y luego de que ella se va me siento extraña, diferente. Siento un peso de responsabilidad, pero también como si algo me protegiera realmente.

No sé qué tipo de poder podría tener una luna humana, pero Nancy me dijo que ya lo averiguaríamos, aunque no parecía ser algo muy importante para ella en estos momentos.

Esa noche me levanto de madrugada, él no ha llegado y voy a la cocina. Veo el amanecer, me sorprendo el notar que siento los lobos a lo lejos, casi cada integrante de esta manada. Yo era ahora su Luna y ellos ni siquiera lo saben.

—Mi luna…— dice Sebastián apareciendo de la nada y viene a mis brazos.

—Eres mi luna verdadera…— dice besándome.

—Tu madre…—

—Lo sé, no fue un pedido mío, fue algo que ella quiso hacer. Y te siento más mi Luna… y te deseo más— dice, sentándome en el tope de la cocina, sin romper el beso

Él sujeta mis muslos y separa mis piernas aún más, su mirada es la de un hombre con una misión.

—Sebastián… espera…— digo cuando sus labios bajan por mi pecho, colando sus manos bajo mi camisón, apretando mis pechos y luego a mi ropa interior. Siento su mano cálida en mi centro.

Mis manos se sujetan a sus hombros y él va tocando mis puntos más débiles, no puedo ni decir una palabra más, intento contenerme pero no me deja.

—Ni se te ocurra, te quiero escuchar mi amor— dice entre jadeos.

Me escucho gemir con locura, mis manos tiemblan mientras él besa mi marca, me sacudo y contorneo, como si no pudiera más del placer. Hasta que tengo que ahogar un grito que se escucha exhausto y desesperado.

—Eres fantástica…— dice él besándome.

Yo me acomodo como puedo, seguramente despeinada, sonrojada a más no poder y él luce muy complacido. Me observa sonriente y acaricia mis piernas, mientras yo lo veo absolutamente embobada.

—Eso fue… alucinante— digo sin aliento.

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