Una curvy para el Alfa romance Capítulo 78

Sebastián

Me sentía devastado, mucho peor de lo que imaginé. Sabía que esa conversación iba a ser difícil, pero creo que yo mismo subestimaba la capacidad que ella tenía para herirme, el cómo unas simples palabras podían romperme el corazón.

No había sido un rechazo, pero estaba seguro de que dolía casi como eso. Mi cuerpo me dolía, las manos temblaban. Yo hablaba, pensaba, actuaba… pero estaba hecho pedazos por dentro.

Ella me odiaba, quería alejarse de mí… y por momentos, no podía soportarlo.

Ahora crecía en mí la sensación de que mis errores del pasado iban realmente a acabar conmigo tarde o temprano, e internamente rezaba porque no acabaran con ella también.

Al fin y al cabo todo lo que había dicho era cierto, yo había dañado su vida en formas en que hacía morirme de la vergüenza. Ya no podía hacer nada para cambiar el pasado, tenía que continuar e intentar hacerlo mejor por ella y cuidarla.

Sin embargo, había alguna una cosa que ella estaba equivocada y era que yo iba a ser todo lo posible para que fuera aceptada en la manada y no sufriera. Solo de pensar en que ella pudiera pasar algo como ya lo había hecho antes en Medianoche sentía que se me partía el alma.

—Más te vale... — me había dicho mi lobo luego de maldecirme y gritarme por horas, hasta que desapareció, ni él se dignaba a dirigirme la palabra.

Pero de nada vale llorar, tenía que empezar a trabajar para que ella estuviera sana y salva en la manada, nada más importaba. Si la diosa estaba de mi lado, yo tendría el resto de mi vida para reponer mis malas acciones, solo eso yo quería una oportunidad, nada más una oportunidad.

Había hablado con guerreros y omegas de entera confianza e inclusive con mi madre para preparar todo. Henry y Marina estaban felices con la idea de tener a su hermana cerca, y ya teníamos preparado un espacio muy seguro para ella. Mi mate tendría todo lo que podría necesitar.

—¿Nuestro prisionero ha hablado?— pregunto mientras me acerco a las mazmorras de la manada.

Mis hombres lo habían interrogado por días, pero el hombre no había dicho nada. Estaba débil y pedí que le trajeran comida, y cuando volví a verlo, lucía mucho mejor. Me acerqué a su celda y desplegué todo mi poder, y lo veía temblando.

—Te hemos tratado mejor que lo que tus hombres hicieron con los míos, si nos ayudas prometo interferir por ti— le digo viéndolo a los ojos.

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