Liberto salió del estudio y justo se topó con Clara bajando las escaleras.
—Liberto.
—¿Ya está dormida?
Clara respondió:
—La señorita acaba de salir de la ducha, está en su cuarto leyendo.
Rafaela llevaba puesta una bata de baño, sentada en la cama con un libro sobre las piernas. Al escuchar los golpes en la puerta, ni siquiera levantó la mirada.
—Lárgate.
Clara acababa de bajar, y a esa hora, si alguien tocaba la puerta, Rafaela ya sabía quién era.
Al momento siguiente, se oyó el clic de la cerradura, y el hombre entró. Rafaela levantó la cabeza, frunciendo el ceño. Acababa de bañarse y su piel pálida tenía un rubor cálido.
—¿Vienes a que te grite a propósito?
—¿O será que tienes alguna manía rara?, ¿te gusta escucharme insultarte?
Alzó la ceja y lo miró desafiante.
El hombre se sentó al borde de su cama. Rafaela, sin pensarlo, le soltó una patada en el pecho.
—¿Te di permiso para sentarte en mi cama?
Liberto no mostró enojo. Le agarró el tobillo frío, tiró de la sábana y se la acomodó encima. Rafaela nunca lo había visto tan callado, con ganas de hablar pero sin atreverse.
—Si tienes algo que decir, dilo ya. Hasta acepté que te acostaras con Penélope, ¿qué podría haber peor?
—¿Qué pasa?, ¿está embarazada o qué?
Rafaela decía lo que le venía a la mente, pero viendo la expresión de Liberto, no pudo evitar sospecharlo.
—El vestido que dejaste en el hotel, mañana le pido a Joaquín que te lo traiga.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Venganza Reencarnada de la Rica Heredera
Excelente novela...