Cristina se plantó frente a Rafaela y le gritó, con una mirada tan torcida y llena de odio que parecía que quería devorársela viva.
—¡Rafaela! ¡Todavía tienes el descaro de venir! ¿Fuiste tú, verdad? ¿Como no te saliste con la tuya en la asociación, usaste a Maritza para desquitarte con Penélope? ¡Cualquier cosa que sea de Penélope, no soportas que la tenga! Antes ya la molestabas, le quitaste a su novio, ¿y ahora qué más quieres?
Al escuchar las palabras de Cristina, Rafaela soltó una risa fría y arqueó las cejas con un aire burlón.
—¿Su novio? —dijo, y su mirada se posó en Liberto—. Ah, sí. Es que me encanta quitarle las cosas a los demás. ¿Y qué vas a hacer al respecto?
Al final, ella tenía el poder para hacerlo.
«¡No… no es así!», Maritza, desde la puerta, estaba a punto de defender a Rafaela. Ellos eran los que le habían fallado, Penélope era la otra. Rafaela no tenía la culpa de nada.
Alonso la detuvo, protegiéndola detrás de él.
—¿Oyeron? ¡Ella misma lo admitió! —exclamó Cristina—. ¡Ella es la mente maestra detrás de todo! ¡Y también usó a Maritza!
Penélope miró a Rafaela con incredulidad, sus ojos llenos de una tristeza indescriptible.
—¿De verdad es así? Rafaela, ¿por qué haces esto?
Rafaela vio cómo todas la miraban con un odio visceral, como si fuera la peor persona del mundo. Todo aquello le pareció una broma ridícula. Cuando sus ojos se encontraron con los de Penélope, su mirada se volvió gélida.
—Penélope, de verdad que tienes buena estrella. Hasta yo te envidio.

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Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Venganza Reencarnada de la Rica Heredera
Excelente novela...