Viviendo con Mi Jefa Esposa romance Capítulo 31

Todos los que gritaban precios miraron a Wilbur a la vez.

Sabían que las palabras de Wilbur eran una acusación grave y que las consecuencias serían nefastas.

Si no daba una explicación, él no podría abandonar el lugar.

Para ser sinceros, Wilbur también necesitaba cosas así. Podría decirse que las necesitaba más que nadie en el salón.

Por eso había concentrado su energía espiritual para investigar el incensario.

Sin embargo, después de investigarlo, supo inmediatamente que era falso. Eso lo había decepcionado enormemente.

Sin embargo, la escena de toda esa gente peleándose por una falsificación le hizo reír, hasta el punto de meterse en problemas por ello.

A pesar de todo, no se asustó lo más mínimo.

Wilbur se acercó lentamente a la multitud y miró al maestro José. "¿Puede decirme su nombre y dónde vive, oh gran maestro?".

"Me llamo José Smithson. Soy de la Montaña Puente Númida, actualmente vivo en la ciudad Joland de la provincia de Stricton", dijo el Maestro José con altivez.

Wilbur asintió. "Pareces alguien con bastante reputación".

Mike dijo fríamente: "Por supuesto. Todo el mundo en la provincia de Stricton conoce al maestro José. Más vale que tengas una buena razón para humillarlo y acusarlo de vender falsificaciones, o no te dejaremos salirte con la tuya".

Wilbur asintió con una sonrisa. "Muy bien. Parece que tú también tienes una relación bastante especial con el tal maestro José".

"Bueno, por supuesto. Hemos trabajado juntos muchas veces y nada ha salido mal en el pasado. Todo el mundo conoce al maestro José y sabe que es de fiar", se burló Mike.

La expresión de Wilbur se ensombreció y miró a Mike. "Eres todo un engreído".

Mike golpeó la mesa, poniéndose en pie. "El maestro José es un invitado respetable aquí. ¿Quién te crees que eres para hablarme así?".

Wilbur sonrió satisfecho mientras miraba a José. "¿Estás seguro de que esto es genuino?".

"Por supuesto que lo estoy". José también parecía furioso.

Wilbur asintió. Iba a tomárselo a la ligera con José, pero parecía que iba a tener que decirle la verdad por las malas.

Estiró el dedo y le dio unos ligeros golpecitos al incensario. Dejó escapar un crujido y se partió en dos.

De repente, el brillo del incensario desapareció, revelando un pequeño montículo marrón apagado en su interior.