--- Dominik Müller ---
Mientras espero a que el avión privado salga, mi pecho siente una gran opresión, luego de mi plática con Bruno, mi corazón se volvió a romper. Martina, tal como siempre lo sospecho, quería algo; esta vez eran vacaciones y una camioneta. Juro que esta es la última, seguramente, se larga con Walter Roberts, al maldito hombre con el que me puso el cuerno por años.
Cambiar de aires me servirá para poder apagar esto que siento, este dolor incesante que, por más que intento, no se va, ver a Martina y saber que ya no es mía, me lástima, me destruye. Tengo la esperanza de que irme a Alemania ayudará a reponerme, no verla, no buscarla, no estar cerca de ella, me ayudará.
Mi tía Lorelei Müller vive en Füssen, Alemania, ella prácticamente es como mi madre, aunque no lo digo en voz alta, ya que no quiero herir susceptibilidades, ella sabe todo de mí y sabe mi situación actual. Mi padre y ella son hermanos muy unidos, pero a ella no le gusta la vida en Nueva York, ella prefiere una vida tranquila.
Hace un mes le hablé luego de una crisis existencial, lloré por horas, ella pacientemente me escuchó, aunque era de madrugada. Luego de hablar con ella, me planteo tomarme un descanso, es inevitable que se preocupe por mí, me ha cuidado desde que era un recién nacido, prácticamente, como lo he dicho, ella es mi madre.
Llevo trabajando para la compañía desde que tengo 22 años, recuerdo que la educación de mi padre fue estricta y adelantada, en comparación de mis compañeros, yo tenía 20 años ya cursaba los últimos semestres de universidad; luego, trabajando en la compañía de mi padre estudie la maestría y el doctorado.
Si lo veo por el lado frío, no tengo mucho que presumir, ni con todos mis altos grados de estudio, pude evitar enamorarme como un idiota de una mujer que me destruye día con día.
Martina llegó a mí cuando tenía 30 años y ella 27 años, la conocí por casualidad en un bar, su vitalidad, su energía y la alegría que transmitía, me atrajo inmediatamente, la chica era mexicana, una bella mujer de Jalisco había ido a Nueva York de vacaciones y el destino la puso frente a mí.
En aquella época, mi asistente se había ido de maternidad, me había comentado que no volvería, por lo que necesitaba una nueva asistente y Martina encajó perfecto en la ecuación.
Recuerdo que, la misma noche que conocí a Martina, terminamos durmiendo juntos, claramente, ella me hizo tocar el cielo con todo lo que hicimos en aquella lujosa habitación de hotel. Nos vimos toda la semana que estuvo de vacaciones, debo reconocer que me obsesioné con ella, a tal grado de considerar romántico, ir a buscarla a México, prácticamente le rogué para que viniera conmigo.
Martina viene de una familia de clase media, todos en su familia son agradables, no sé si solo fue para que me cayeran bien o realmente lo eran, quiero pensar que era lo segundo. Me casé con ella casi inmediatamente, creo que solo fuimos novios 1 o dos meses, le propuse ser mi asistente todo para poder tenerla cerca y verla todo el día.
Eso funcionó por poco tiempo, luego de un par de meses, ella cambió y todo se fue a la m****a, nuestras peleas en casa se solucionaban cuando yo accedía a alguno de sus caprichos, hacíamos el amor como si nunca lo hubiéramos hecho, me perdía en su cuerpo y su belleza. Al final, ella conseguía lo que quería y yo, me sentía feliz de que no me dejara, todo fue así por 8 años, hasta que esa estrategia, simplemente ya no funcionó.
Aunque vivimos juntos por 8 años, ella nunca me amó y yo, yo simplemente, le di todo, toda mi vida se la entregué, mis sueños, mis días y noches, todo eso era para ella. Creo que por más que di, no fue suficiente, no cuando ella me engañó por años con Walter Roberts, nuestro mercadólogo.
- Señor Müller… Abróchese el cinturón, estamos por aterrizar, el clima es agradable y ya lo está esperando un auto en el hangar.
El viaje de 8 horas pasó como agua frente a mí, ese tipo de cosas, solo las produce Martina, cada vez que me pierdo en nuestra relación, en nuestro matrimonio y en todos los sueños que tenía formulados a su lado, se me va la vida.
Bruno, mi mejor amigo, es el único que conoce la historia completa, él es el único que me ha visto en mis peores momentos, incluso, me ha ido a recoger de uno que otro bar cuando me pierdo en alcohol y ya no puedo volver.
Despejo mi mente de todo pensamiento relacionado con Martina e inmediatamente, alcanzo a ver a mi querida Lorelei, ella me hace señas con la mano, camino a grandes zancadas hacia ella, llego y la abrazo fuertemente, su calor me envuelve, su abrazo y aroma, me recuerdan a mi feliz niñez.

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