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Ayer me despreciaste por coja, hoy me deseas por reina romance Capítulo 112

—Cuéntanos exactamente cómo ocurrieron las cosas.

Héctor permaneció en la estación de policía hasta la medianoche. Cuando volvió a casa, dos agentes lo acompañaban. Al inspeccionar el lugar, de verdad hallaron huellas de un segundo par de zapatos en el suelo.

—Ya no puedes seguir viviendo aquí, mejor múdate —le recomendó uno de los policías.

—No tengo dinero para mudarme —respondió Héctor, sintiendo cómo la desesperación le apretaba el pecho. Apenas había logrado escapar de aquella mina clandestina, y no tenía ni un peso en la bolsa.

El dinero para la renta de ese departamento se lo había dado Isabel.

—¿Pueden darme un momento? Solo quiero recoger un par de cosas importantes. ¿Les parece si paso la noche en la estación? Solo hoy, les juro que mañana busco adónde irme.

El policía asintió.

Héctor caminó rápido hasta su armario, lo abrió con manos temblorosas y buscó las fotos que tenía guardadas.

Pero, para su sorpresa, el lugar donde deberían estar esas quince o veinte fotos… estaba vacío.

El cajón lucía completamente desierto. Ni una sola foto.

¿De verdad Isabel quería verlo muerto?

El corazón de Héctor se fue haciendo pesado. Él solo había planeado sacar algo de dinero y largarse, pero, en vez de eso, parecía que alguien buscaba borrarlo del mapa.

...

—Inútil.

—Sigue vigilando —ordenó Isabel, su voz retumbando en el comedor mientras escuchaba la llamada telefónica. El ceño se le endureció de inmediato.

Si no lo había logrado la primera vez, la segunda sería todavía más complicado.

En el otro lado de la línea, la voz alterada por un distorsionador contestó:

—Ese tipo es escurridizo.

—Alguien que logra huir de una mina clandestina, por fuerza tiene algún talento. Tengan cuidado y que nadie se dé cuenta.

Isabel colgó el teléfono y se dejó caer en la silla, girando entre los dedos ese pedazo de papel con el nombre de Héctor escrito.

Fuera del comedor, Ismael apareció enfundado en pijama de seda. Sus dedos, colgando a los lados, se apretaron un poco.

¿Mina clandestina? ¿Quién, además de ese hombre que él mismo había abandonado años atrás, podría ser?

¿Así que volvió?

¿No solo volvió, sino que ahora se atrevía a amenazar a Isabel?

La boca de Ismael se torció hacia abajo, oscureciendo su expresión hasta volverla irreconocible bajo la tenue luz.

Se dio media vuelta y, ya en su habitación, tomó el celular y marcó un número.

Capítulo 112 1

Capítulo 112 2

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