—¿Qué están haciendo? ¡Déjenme salir! ¡Yo no tengo ningún problema mental!
—¿Quién les dio permiso de encerrarme? ¿Fue Isabel? ¿Fue esa mujer, Isabel?
En el hospital psiquiátrico, Héctor fue sujetado contra la cama por varias personas y le inyectaron un sedante. Tanto las enfermeras como el médico mantenían una expresión tan vacía que parecían figuras de cartón sacadas de un videojuego de terror.
No mostraban ni la más mínima emoción.
Héctor pasó de forcejear a ver cómo su conciencia se desvanecía poco a poco. Sus ojos, fijos en el techo, terminaron por cerrarse.
El viento del exterior comenzó a colarse por la ventana, haciendo que la cortina blanca del cuarto se levantara apenas, como si flotara en el aire. También agitó ligeramente la camisa blanca de aquel hombre.
...
Ismael estaba de pie en el patio, sosteniendo el celular y escuchando el timbre al otro lado de la línea. No esperó a que le contestaran; colgó antes de que alguien dijera algo.
Su mano, apretando el teléfono, dejaba ver las venas marcadas por la tensión.
Si no fuera porque acababa de regresar y aún no era el momento, ese hombre no habría sobrevivido ni un solo día después de aquella tarde lluviosa.
Debía cuidar su reputación. Si no, ¿con qué cara iba a enfrentarse a Beatriz hasta el final?
Esta vez, quería ver quién saldría ganando en ese duelo.
...
—¿Por qué estás parado en el patio? —preguntó Isabel al entrar en la casa y ver a Ismael de pie, la expresión tan seria que parecía reflejar la oscuridad de la noche.
Ismael, como si nada, guardó el celular en el bolsillo.
—Solo andaba despejándome un poco. ¿A dónde fuiste?
—Salí a caminar con la abuelita. Se encontró con dos amigas y se quedaron platicando, así que me regresé antes —contestó Isabel, y tras pensarlo un momento, lo miró con cierta cautela antes de preguntar—: ¿Te topaste con Beatriz?
—Todavía no.
—Ella fue al Grupo Mariscal, entró con Carlota al departamento de planeación.
Ismael se sorprendió.
—¿Y tú cómo supiste eso?
—Esta tarde jugué cartas con la señora Hermosillo en el lado este. Su tío es accionista del Grupo Mariscal —explicó Isabel—. El círculo de la gente importante en Solsepia es tan chico que cualquier chisme se sabe al momento.
—Seguro volvió por el Grupo Mariscal —añadió, sin quitarle la mirada.


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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ayer me despreciaste por coja, hoy me deseas por reina