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Ayer me despreciaste por coja, hoy me deseas por reina romance Capítulo 185

Cuando tenía poco más de diez años, la vida de Ezequiel iba viento en popa. Su negocio crecía sin parar.

Por esas fechas, coincidió el cumpleaños de Beatriz.

Ezequiel siempre había consentido a su hija, así que esa vez no escatimó en la celebración.

En la fiesta, Beatriz hizo su entrada al salón con un vestido negro de falda amplia, tan brillante que parecía cubrirla de estrellas.

Se decía que ese vestido había sido mandado a hacer especialmente por Ezequiel. Quería que todo el mundo supiera que, si su hija pedía una estrella, él se la bajaría del cielo sin pensarlo.

Ese día, yo me escondí en una esquina, sintiéndome como un fantasma arrinconado, mirando cómo Beatriz saludaba a los invitados con total naturalidad. Llevaba puesto un vestido que costaba lo suficiente para comprar la casa de mi familia. Caminaba entre la gente como una princesa.

Era imposible no admirarla.

Irradiaba belleza, pero además tenía esa elegancia que no puede fingirse.

Yo también la admiraba. Tanto, que esa admiración terminó transformándose en una envidia que me carcomía por dentro.

En un rincón apartado, aproveché que nadie me veía y, fingiendo indiferencia, toqué el vestido de Beatriz. Por dentro, deseaba arrancar cada una de las piedras brillantes que lo adornaban y tirarlas al suelo.

Hoy, ese mismo vestido cuelga en mi oficina.

Claro, ya no es el mismo: la falda amplia fue modificada, ahora es un vestido de corte sirena.

Dejó de ser el vestido de una niña para convertirse en el de una mujer.

Beatriz lo miró fijamente; sus ojos, antes cálidos, se volvieron tan cortantes como una ráfaga de viento. La sonrisa que parecía dibujarse en su boca nunca terminó de aparecer. Había algo de burla, pero también una pizca de resignación en su expresión.

—¿Te sientes muy orgullosa? Lo que yo tuve cuando era una adolescente, tú lo conseguiste hasta los veinte. Carlota, pareces una ladrona de vidas ajenas, empeñada en robar lo que no tuviste de niña. Crees que así puedes llenar el vacío de tu infancia, pero cuanto más te esfuerzas en demostrarme que puedes ser como yo, más pena me das.

—Para ser sincera, yo hasta había olvidado ese vestido; pero tú, en cambio, recuerdas cada detalle como si fuera ayer —Beatriz se acercó, y esta vez sí sonrió de verdad—. ¿No crees que eso también es otra forma de inseguridad?

Cuando la puerta de la oficina se cerró, Carlota por fin entendió la burla de Beatriz. Se había desvivido por demostrar que si Beatriz tenía algo, ella también podía tenerlo.

Pero la dueña original, en realidad, ni siquiera le daba importancia.

...

Beatriz entró de nuevo a la oficina y llamó a Daniela para que la acompañara.

Dejó su bolsa sobre el escritorio, metió la mano debajo de la silla y sacó un pequeño micrófono oculto, que desconectó de inmediato.

—Haz lo que sea necesario para que Carlota lleve ese vestido al evento. ¿Sabes qué hacer?

Daniela se quedó pensando un instante.

Carlota solo quería superar a Beatriz. Era como esas chicas rebeldes de secundaria, siempre buscando sobresalir.

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