Las palabras de Gregorio dejaron a Aurora pálida.
Sí, era cierto que tenía una buena relación con Carlota, pero una cosa era divertirse y otra muy distinta era verse involucrada en un pleito legal que pudiera manchar el prestigio de la familia. Eso, definitivamente, no le convenía.
No valía la pena.
Gregorio, al ver que nadie decía nada, tomó la mano de Sonia dispuesto a llevársela. Justo cuando iban saliendo por la puerta, se toparon de frente con Carlota, que acababa de entrar.
—Señorita Mariscal, debería aprender a mantener a raya a sus perros. Si los deja sueltos para que muerdan a cualquiera, ¿qué clase de personas serán?
—Gregorio, ¿qué quieres decir con eso? —le soltó Carlota, sin rodeos.
—No te hagas la que no entiende. La existencia de Sonia y Beatriz ya es suficiente prueba. ¿De qué sirven veinte años si igual pueden reemplazarte en cualquier momento?
Las palabras de Gregorio se clavaron en el corazón de Carlota como una espina.
Ella levantó el rostro y, mirándolo con descaro, respondió con una sonrisa llena de burla:
—Al menos yo solo perdí a un hombre. No como usted, señor Olmos, que terminó hecho un inútil en manos de ciertas personas.
La mirada de Carlota se posó lentamente en el brazo de Gregorio, y su sonrisa sarcástica no dejó lugar a dudas.
El comentario le encendió la sangre a Gregorio en un instante.
...
Después de eso, cada quien tomó su rumbo en la comisaría.
Carlota apenas subió a su carro cuando Regina no pudo evitar reclamarle:
—Solo tú te metes en problemas ajenos y encima vas a la comisaría por gente que ni siquiera es de tu familia.
Carlota se limó las uñas con indiferencia.
—Si no vengo, ¿cómo esperas que después me sean leales? Todo lo que hago tiene un motivo, no es por caridad.
—¿Gregorio anda muy cerca de la familia Zamudio últimamente, no?
—Es normal. El hotel de la familia Olmos está por salir a la bolsa, así que le conviene acercarse a los Zamudio —explicó Regina, detallando la relación entre Gregorio e Ismael.
Luego de un rato, suspiró:
—Con razón...
—¿Y nadie le avisó a Ismael de todo este lío?
—Sí se intentó, pero no contestó.
A Carlota le parecía extraño.
En todo el caos, no se había detenido a pensar por qué Ismael no respondía. Con todos los del círculo metidos en el asunto, lo lógico era que al menos se dejara ver.

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