—Tú nunca me has amado. Firma los malditos documentos —le dijo él, su gélida mirada como dagas afiladas, atravesando su alma.
En ese momento, Abril se acercó hacia ellos, con una sonrisa sarcástica.
—¡Házlo, perra! ¡Que sea rápido! —le exigió Abril Sinclar, prima paterna de Emily—. ¡Acabas de agredirme con un jarrón! ¿Quieres que mi padre lo sepa? Recuerda que el tío Alphonse está hasta el cuello de deudas por el hotel, y si no fuera por los préstamos de mi familia, la tuya estaría viviendo en la calle.
Rápidamente, entre ira, decepción y dolor… Emily firmó, sin siquiera leer los documentos, sintiendo que su vida se desmoronaba en un instante.
……….
✧✧✧ 15 días más tarde. ✧✧✧
El camión de la mudanza se detuvo, y los hombres comenzaron a descargar las pertenencias de Emily, quien había sido echada de la mansión del CEO Gerald Phillips.
Apenas ella ingresó, su madre, doña Ava Sinclair, la estaba esperando junto al abogado de la familia, con una expresión de desesperación.
—¡¿Cómo es posible que no hayas leído los documentos del divorcio, Emily?! —le gritó, caminando de un lado a otro en la lujosa sala.
—¿No hay nada que podamos hacer? —preguntó Emily, su voz temblando mientras miraba al abogado, que revisaba los papeles con mucha frialdad.
—No. Usted firmó, señorita Sinclair. Lo hizo en todos sus términos —respondió el abogado, sus ojos fijos en Emily—, y el juez ya aprobó el proceso de divorcio. Está en marcha y no hay nada más que se pueda hacer.
—¿¡El juez aprobó!? ¡Debió ser uno corrupto, comprado por ese maldito de Gerald Phillips! —doña Ava frunció el ceño, su voz cargada de indignación.
—Aunque haya sido de ese modo, lo lamento mucho, señora Sinclair... Está hecho —dijo el abogado, levantándose y marchándose, dejando un aire de fatídica resignación.
Una vez la puerta del salón se cerró, la tensión aumentó en el salón.
—¿Y ahora qué haremos? ¡Por tu culpa ese dinero de tu divorcio NO llegará! —la voz de doña Ava se alzó en un grito furioso—. Con la situación de tu miserable padre, que tuvo que irse con tu tío a pedir otro préstamo… ¡Terminaremos en la calle!
—Mamá, hice lo mejor que pude en mi matrimonio, amo a Gerald, incluso… estoy embarazada… —confesó Emily, sus ojos llenos de lágrimas.
La expresión de doña Ava cambió, una furia inmediata iluminó su rostro mientras se acercaba rápidamente a su hija.
—¡¿EMBARAZADA?! ¡¿Has perdido la cabeza?! ¡NO VAS A TENERLO! ¡Tienes que deshacerte de esa cosa!
—¡Voy a tenerlo, mamá! ¡Aunque me cueste, no puedo quitarle la vida a mi bebé! —exclamó Emily entre lágrimas, pero con una expresión firme que desafiaba a su madre.
—¡ERES UNA TONTA! ¡¿Dime qué hombre rico querrá a una mujer embarazada de otro?! ¡Tienes que volver a casarte con alguien que nos ayude a salir de esta crisis! —gritaba doña Ava, sintiendo que el estrés la estaba consumiendo.
Justo en ese momento, el mayordomo tocó la puerta, interrumpiendo la tormenta que se desataba entre madre e hija. Doña Ava accedió su ingreso y el hombre mayor se acercó con un teléfono de la mansión.
—Señora Sinclair. Es su cuñado, el señor Erik Sinclair.
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