Resumo de Capítulo 209 No tener ideas exageradas – Capítulo essencial de Conquistando al Hermano de Mi Exnovio por Internet
O capítulo Capítulo 209 No tener ideas exageradas é um dos momentos mais intensos da obra Conquistando al Hermano de Mi Exnovio, escrita por Internet. Com elementos marcantes do gênero Triángulo amoroso, esta parte da história revela conflitos profundos, revelações impactantes e mudanças decisivas nos personagens. Uma leitura imperdível para quem acompanha a trama.
De repente, se escuchó la voz de un guardaespaldas en la dirección del ascensor: —Señora Eloísa.
Angélica se giró.
Allí estaba la señora Eloísa, vestida con un abrigo de lana color crema perfectamente ajustado y un delicado broche de perlasen el pelo, avanzando con paso firme hacia ellos.
—Señora Eloísa, bienvenida. —saludó Teodoro con respeto, mientras Ángelica inclinaba la cabeza.
Eloísa los miró de reojo, su voz llevaba un tono sumamente autoritario: —Teodoro, como asistente de Martín, cada vez te desempeñas mejor, trayendo gente desconocida sin mi autorización
—Con todo respeto señora Eloísa, ella no es ninguna desconocida, ella es la señorita Angélica.
Angélica, al darse cuenta del malentendido, intervino rápidamente:
—Señora Eloísa, no fue Teodoro quien me trajo aquí, yo le pedí que me dejara visitar al señor Martín.
Eloísa entonces se giró completamente hacia ella y la examinó detenidamente, como si la reconociera por primera vez.
—Así que eres tú, Angélica. Disculpa, no te había reconocido antes. ¿Cómo estás?
—Solo tengo algunos moretones y raspaduras, estoy algo débil pero con un poco de descanso estaré bien, gracias por su preocupación, señora Eloísa.
—Después de todo, eres reconocida como la esposa del hijo menor de la familia, deberías llamarme tía Eloísa.
—Ya no lo soy, sería inapropiado seguir llamándola tía Eloísa. —Angélica negó con la cabeza.
Eloísa sonrió y le acarició el dorso de la mano: —Eres una joven que sabe comportarse, más sensata que Celia, consciente de tu lugar, sabiendo qué hacer y qué no hacer.
Eloísa echó un vistazo a Martín, quien yacía dentro: —Daniel fue imprudente, y eso llevó a la familia Herrera a un mal final, y Martín está aquí por la familia Herrera...
—Señora Eloísa, es culpa mía. —Angélica se sentía aún más culpable.
—No tiene nada que ver contigo, Martín lo hizo por la familia Herrera, por su padre, después de todo, si algo te pasara a ti, las consecuencias para Uriel serían inimaginables.
Al oír esto, Angélica no pudo más que entender la insinuación.
Esto no era su culpa
Aunque Martín la había salvado, no tenía nada que ver con ella y no debía usar eso como excusa para subir a la planta superior.
Un médico llegó para examinar a Martín.
Angélica, aún preocupada, quería quedarse y ver que decía el médico.
Eloísa le dijo con preocupación: —Angélica, tú también estás débil, ve a descansa, pasaré a visitarte pronto
La señora Eloísa le estaba pidiendo que se fuera.
Angélica no pudo insistir más, asintió con la cabeza, echó un último vistazo a la habitación de Martín y luego empezó a alejarse lentamente.
Una vez que la figura de Angélica desapareció completamente por el pasillo, Eloísa perdió su expresión amable y le dijo a Teodoro:
—Eres la persona de confianza de Martín, su asistente, pero si no puedes hacer lo mejor para él, puedo encontrar la forma de echarte, ¿entiendes?
Teodoro, sin atreverse a levantar la vista, asintió con la cabeza: —Lo entiendo, señora Eloísa.
Con todo lo que había pasado en la familia Herrera, siendo la hermana menor de Daniel y con la segunda familia pasando por tanto, tenía que estar con sus padres.
Y desde que ella despertó, no había visto a Juana.
En el pasado, cuando estaba enferma o en el hospital, Juana siempre venía a visitarla, o si no podía, al menos enviaba mensajes o llamaba.
Pero esta vez no había pasado
Si Juana la culpaba, podía entenderla.
En ese momento, alguien tocó a la puerta, y Angélica dijo: —Pase.
Juana empujó la puerta y entró.
Vestía de negro completo, con el cabello recogido en una cola de caballo baja y suelta, y su rostro pálido.
—Angélica, lo siento, no había venido a verte hasta ahora.
Angélica negó con la cabeza repetidamente, mirándola con empatía: —Sé que has estado con tus padres, no te preocupes.
Wálter trajo una silla para Juana, su expresión ya no tan abatida, y dijo: —Juana, déjame pelarte una fruta.
—No hace falta, gracias. —Juana forzó una sonrisa, apenas esbozando una curva en sus labios.
Luego, dio un paso atrás y se inclinó hacia Angélica en una reverencia.
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