Entrar Via

Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 472

—¿Qué quieres decir con eso?

—El cáncer se ha extendido. En diez días debo ir al extranjero para someterme a una operación, pero no sé si sobreviviré. La razón por la que volví al país no fue solo por Celia, también fue por Mario Quiroga.

La expresión de Nicolás se ensombreció.

—Mario es el cerebro detrás del secuestro. ¿Lo sabías?

—Sí, lo sé. —César tomó un sorbo de café—. Incluso tengo la evidencia más letal contra él.

—¿Así que fingir tu muerte era para confundir a Mario? —Nicolás rio con desdén—. ¿Estás seguro que se creyó que habías muerto?

—Mientras alguien lo crea, él lo creerá.

Nicolás permaneció allí un momento más, luego se levantó para irse. En ese momento, César habló:

—¿Podrías guardar el secreto y no decirle a Celia que me has visto? Es mejor que no sepa nada.

Nicolás giró ligeramente la cabeza y respondió sin inmutarse:

—No hacía falta que me lo dijeras.

Al terminar de hablar, se fue sin mirar atrás. Cuando se fue, Lía se acercó a César.

—Sigue con tu farsa. Celia ya ahora vive en su casa. ¿A ti no te preocupa nada?

César detuvo su movimiento y apretó los puños, pero su cara permaneció impasible.

—Ahora estamos divorciados. ¿De qué serviría que me preocupara?

—¿De veras ya se divorciaron?

—Sí.

Lía se sentó frente a él.

—¿Y no hay ninguna posibilidad de arreglarlo?

César levantó la cabeza.

—Sin el divorcio, mis padres la habrían culpado por mi "muerte". Los Herrera ya tienen suficientes problemas.

—Te refieres a tu tía Macarena, ¿cierto? —Lía cruzó los brazos—. Esa pareja de madre e hija no tienen buenas intenciones. Apenas llegó la noticia de tu "accidente", ella de inmediato intentó ganar el apoyo de los accionistas del grupo y trajo a Rocío del extranjero. Ahora andan muy arrogantes. Aprovechan la desgracia de tu familia. Si no fuera por el apoyo de mi familia en la capital, ¡los Herrera ya serían suyos!

César sonrió.

—Dejémoslas disfrutar su momento de gloria... por ahora.

***

Celia estuvo intranquila durante toda la tarde por las palabras de Mario. Simplemente era incapaz de calmarse. Nicolás se detuvo frente a su oficina y, al verla con la cabeza entre las manos y expresión angustiada, tocó la puerta. Ella volvió en sí y alzó la vista.

—¿Doctor Gómez?

—¿No te sientes bien?

¿Nicolás no regresará a cenar...? Los ojos de Lía brillaron al instante. Al ver que Celia se disponía a entrar, la agarró del brazo de repente.

—Celi….

—¿Otra vez haciéndote la dulce? —Celia suspiró, resignada—. Dime, ¿qué quieres?

—Si él no cenará con nosotras... ¿qué tal si cenamos fuera? —Lía se movió coquetamente, con su expresión vivaz mostrando un toque travieso—. ¡Tranquila! ¡Sí tengo dinero para invitarte a cenar!

—Pero...

—Ay… Es que es mi primera vez en Rivale… ¿Cómo puedes ser tan cruel? —Parpadeó, con una expresión de lástima.

Celia suspiró. ¡Por fin entendía por qué a los hombres les gustaban las jóvenes dulces! Con esa carita bonita y lastimera, ¡hasta a una mujer le costaba resistirse!

—Vale, vale…

—¡Qué buena eres!

Cuando ellas llegaron al restaurante, las luces de la ciudad empezaban a encenderse y el crepúsculo envolvía la metrópoli bulliciosa.

—Celi, ¡la vista desde aquí es increíble!

Lía admiró el paisaje nocturno a través del ventanal y tomó un par de fotos con su celular. Cuando sirvieron los platos, Celia no se apresuró a comer. En su lugar, miró a Lía y le preguntó:

—¿En serio crees que César está muerto?

La pregunta repentina hizo que Lía se atragantara y tosiera violentamente.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró