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Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 127

Jamás imaginó que esta vez le tocaría a Tatiana.

Joana no podía evitar preguntarse si Fabián, tan devoto de su "amor verdadero", la acompañaría en persona a visitar a las niñas de aquel albergue.

Mientras removía su café, sus ojos se posaron en un nuevo tema candente que trepaba velozmente en las tendencias.

[#Jimena y Tatiana asisten juntas a la jornada de apoyo a las niñas, dejan el pasado atrás y se dan la mano reconciliadas#]

Joana apretó los labios, conteniendo una media sonrisa.

—Vaya, Fabián sí que piensa en todo, hasta más que yo —murmuró para sí.

Al juntar a quienes causaron el conflicto, aunque sus fans siguieran peleando en redes, si las implicadas guardaban silencio, los demás tampoco podrían decir mucho más.

Toda esta operación de relaciones públicas, tan discreta como efectiva, dejaba en ridículo el comunicado seco y sin alma que Grupo Rivas preparó cuando ella renunció.

Joana curvó los labios en una mueca burlona, el brillo en sus ojos se apagó un poco.

Isidora, que pasaba por ahí, la miró de reojo y se abrazó a sí misma de manera teatral:

—Joana, ¿qué te pasa? Esa sonrisa tuya me está dando miedo.

—Nada, tranquila —Joana reaccionó, soltando una pequeña risa—. Solo pensaba que los medios sí que saben inventar títulos.

En la foto de la noticia, Jimena parecía querer mantenerse a dos metros de Tatiana, y la sonrisa fingida que llevaba era, sin duda, el peor momento de su carrera como actriz.

Joana apostaba que todo se debía al regaño que le dio Hernán el otro día, aquel tipo siempre empujando a los demás al límite.

—Ese desgraciado nunca hace nada bueno —suspiró Joana.

Por más que intentara ignorarlo, no podía dejar de pensar en Jimena.

Sacó su celular y le mandó un mensaje para ver cómo estaba.

La respuesta llegó en segundos, seguro Jimena estaba descansando.

[Jimena]: ¿Ya lo viste? ¡Todo eso entre esa víbora y yo es puro teatro! ¡Falso! ¡Falso! ¡Falso!

Joana miró la pantalla, y casi podía sentir la rabia y frustración de Jimena vibrando con cada signo de exclamación.

Mientras pensaba cómo responderle, Jimena volvió a escribir, el chat vibró con sus mensajes.

[Jimena]: ¡No vayas a malinterpretar nada, Joana! Esto es imposible de explicar por mensaje, ¿mejor nos vemos y te cuento?

[Jimena]: [gif de gatito haciendo pucheros]

—Ezequiel, ¿qué le pasa al jefe? ¡Si nos va a despedir, que lo diga de una vez! Ese proyecto la semana pasada solo necesitaba unos ajustes y ahora dice que es pura basura.

—¡Eso! Yo ya casi llego a la edad de retiro, y ahora el señor Zambrano viene con esto, siento que me van a correr justo antes de pensionarme.

—Pregunta seria, ¿no será que lleva mucho tiempo soltero y eso ya le está afectando? Tengo el contacto de un doctor buenísimo, ¿se lo paso?

La oficina, llena de ejecutivos con cara larga, rodeaba a Ezequiel, desahogando su frustración.

Ezequiel también tenía sus propios corajes atorados.

Desde temprano, el señor parecía tener pólvora en el desayuno; hasta el perro que se le cruzara habría salido regañado.

Pero claro, no podía decirlo en voz alta.

Ezequiel respiró hondo y se acomodó.

—¡Ya, ya, cálmense! Alex, ¿seguro no escuchaste mal cuando te dieron el visto bueno? La semana pasada el jefe solo te aguantó por pura lástima, ni te diste cuenta del sarcasmo. Y aun así, sigues aquí, qué milagro.

—Javier, ya sabemos que te estás quedando calvo, pero tampoco exageres con lo de “viejo”, apenas pasaste los treinta, no te hagas.

—Y para colmo, preguntando por la vida privada del jefe… ¿de verdad quieren que los despidan? Pero bueno, no te vayas tan rápido, pásame el contacto de ese doctor.

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