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Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 128

Ezequiel enfrentando a todos con palabras.

Justo cuando iba a llamar al doctor, se dio la vuelta y se topó de frente con ese rostro tan sombrío.

—Te veo muy desocupado.

Ezequiel se puso derecho como un palo y carraspeó.

—Eh... Jefe, déjame explicarte.

Arturo le lanzó una mirada rápida, visiblemente fastidiado.

—¿En qué situación le mandas un mensaje equivocado a alguien a propósito y ni siquiera lo explicas?

Al escuchar eso, el cerebro de Ezequiel empezó a trabajar a toda velocidad.

¿En qué momento, antes de dormir, le había mandado por error un mensaje quejándose del jefe al propio jefe?

No, imposible. Si eso hubiera pasado, ya estaría tomando el primer vuelo de la mañana a África para supervisar la mina de carbón.

¿Será que alguien mandó a propósito el mensaje equivocado al jefe y por eso hoy anda tan insoportable?

Ezequiel sintió que había dado en el clavo.

Miró con cuidado la expresión de Arturo.

—Yo por lo general no hago ese tipo de cosas. Mandar mensajes equivocados es bastante común, pero cuando me doy cuenta, lo corrijo y pido disculpas.

—No le des tantas vueltas —lo cortó Arturo, cada vez más impaciente.

—Si alguien manda un mensaje equivocado a propósito, solo hay una razón... —tragó saliva Ezequiel, y se armó de valor—: No quiere hacer algo con esa persona, o simplemente no le cae bien. Así que finge un error para rechazarla sin ser tan directo.

Al decir esto, el hombre que tenía enfrente pareció recordar algo. De su cuerpo emanaba una aura tan oscura como la de una noche sin luna, tan gélida que se sentía como estar parado bajo la sombra más pesada.

Sonrió.

Y, con una voz baja y oscura, murmuró:

—Rechazar.

Una señal de rechazo, suave pero definitiva.

Perfecto.

Esa noche, Joana había actuado de manera extraña.

Al principio, Arturo pensó que era porque todavía estaba molesta por culpa del idiota de Fabián, así que en los últimos días le había mandado varias fotos, como buscando llamar su atención, esperando que Joana le preguntara algo.

En ese momento, él pensaba usar de excusa que Carolina había estado jugando con su celular, y así deslindarse de cualquier culpa.

Y de paso, aprovechar para arreglar las cosas con Joana y dejar atrás los malos entendidos.

Pero, por más mensajes que él mandara, era como si los echara a un pozo sin fondo.

Ni una sola reacción.

Si no fuera porque la había visto recientemente en Concha Divina haciéndose un ajuste a un vestido elegante, habría pensado que algo malo le había pasado.

Pero no, ella simplemente lo estaba ignorando.

Genial.

Esperó y esperó, pero Joana nunca se dio cuenta de que le había mandado un mensaje equivocado.

En el fondo, aún tenía la esperanza de que pudiera haber un error, alguna excusa salvadora.

Hasta que, después de escuchar la explicación de Ezequiel, todo encajó.

Los ojos de Arturo brillaron con un fulgor tan cortante que Ezequiel sintió un escalofrío recorriéndole las piernas.

Ya estaba pensando en qué tumba le tocaría, cuando escuchó la voz de Arturo, como un veredicto final:

—Ve por Carolina a casa de su abuelita y tráela de regreso.

...

Más tarde, cuando Joana terminó su jornada de trabajo, de repente recibió la tercera llamada de Jimena.

Atendió de inmediato, y escuchó la voz preocupada de su amiga:

—Joana, ¿estás enojada o qué?

—No, para nada. Es que estaba ocupada y no vi tus llamadas, ¿todo bien?

Al notar que Joana hablaba tranquila, Jimena por fin se relajó.

—Menos mal. Mira, lo de Tatiana y yo es puro show. Si te aparece publicidad o notas de nosotras, acuérdate de marcar “no me interesa”.

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