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Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 171

Lo peor era que la ropa de ese hombre era exactamente igual a la que acababan de ver en el desconocido.

La mente de Vanessa se volvió un caos absoluto.

¿Cómo podía estar pasando esto?

Los cuatro palidecieron al instante, un escalofrío recorriéndoles la espalda.

Tatiana fue la primera en reaccionar:

—¡Dios santo, señor Zambrano, resulta que era usted! Hace un momento, la señorita Eliana dijo que lo vio comiendo con Joana, y pensamos mal de su relación...

Eliana abrió la boca, pero el peso de la presencia de aquel hombre le impidió emitir palabra alguna.

Lo reconocía perfectamente.

Era el presidente del Grupo Zambrano, con el que su papá llevaba meses buscando asociarse.

Fabián entendió todo de inmediato:

—Señor Zambrano, esto es un malentendido.

—¿Ah sí? ¿Malentendido de qué? —Arturo lo miró de reojo, inquisitivo.

Fabián tragó saliva, sin atreverse a pronunciar esas palabras.

Tenía la certeza de que, si decía la verdad, solo empeoraría la situación...

Instintivamente, buscó a Joana con la mirada.

Ella, sin perder la calma, cruzó las manos y le sonrió al hombre frente a ella:

—Señor Zambrano, estaban diciendo que usted es mi amante.

...

—¡Joana! —Fabián intentó detenerla, pero no lo logró y acabó regañándola—: ¡Ya dijimos que fue un malentendido! ¡No vengas con tus locuras frente al señor Zambrano!

La mirada de Arturo, dura como una sentencia, cayó sobre ellos:

—¿Así que ustedes no dijeron nada de eso?

Los cuatro sintieron la presión en el aire. Quisieron negar, pero bajo esa mirada tan intimidante, las palabras simplemente se les atoraron en la garganta.

—Pensé que después de la última vez, el señor Fabián había aprendido la lección y estaba dispuesto a trabajar honestamente con el Grupo Zambrano. Veo que me equivoqué. —Arturo se recargó en el respaldo de la silla con aparente desgano, pero lo que dijo fue como un balde de agua helada.

Para volver a obtener la cooperación del Grupo Zambrano, Fabián había movido cielo y tierra, usando todas sus conexiones y favores en el país.

Que Arturo hubiera aceptado asistir al cumpleaños del abuelo era ya una señal de apertura.

Pero ahora, por un simple malentendido, todo ese esfuerzo se iba al traste.

Fabián lanzó una mirada asesina a Vanessa y Eliana.

¡Estas dos de veras solo servían para causar problemas!

Pero con el tiempo, hasta eso le llegó a hartar.

Un día, sin decir nada, Fabián agarró sus cosas y se mudó al cuarto de huéspedes.

Desde entonces, empezaron a dormir separados, y eso se volvió costumbre.

Hasta aquella vez en que una tormenta tumbó los cables de la casa.

Todo quedó en penumbras.

Afuera, los truenos y relámpagos hacían temblar los vidrios.

El miedo la fue envolviendo poco a poco, al grado de no poder pensar con claridad.

Acurrucada en una esquina, abrazaba la cobija, temblando.

Mucho tiempo después, Fabián vino a buscarla. Extendió la mano y la sacó del rincón, encendiendo una vela frente a ella.

Joana, entre asustada y sorprendida, preguntó:

—¿Qué haces aquí?

Fabián le regaló una sonrisa suave:

—Sé que le tienes miedo a la oscuridad, vine a ver cómo estabas.

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