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Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 192

El giro inesperado llegó de golpe, tan abrupto que nadie alcanzó a reaccionar.

Nadie se imaginó que el secuestrador fuera tan desquiciado, tan al borde, dispuesto a arrastrar a Joana con él, aunque eso significara morir.

El estruendo de los disparos se encadenó uno tras otro, llenando el aire de tensión y miedo.

Fabián, siempre el tipo calmado, perdió toda compostura.

—¡No! ¡Suéltala! —gritó con furia, intentando lanzarse hacia donde Joana había caído al mar.

Tatiana y el secretario que acababa de llegar lo sujetaron con todas sus fuerzas.

Tatiana, con la voz rota por el llanto, suplicó:

—Fabián, por favor, no hagas locuras. Joana sabe nadar muy bien, no le va a pasar nada.

El secretario también trató de calmarlo:

—Señor Fabián, el equipo de rescate ya viene en camino. Créame, ellos saben lo que hacen. Mejor deje esto en manos de los expertos.

El corazón de Fabián latía tan fuerte que sentía que se le saldría del pecho.

Recordó la mirada tranquila de Joana justo en el momento en que cayó al agua. No había miedo, no se le veía el menor rastro de terror ante la muerte.

Más bien, parecía que ya no tenía ganas de vivir.

No...

Sacudió la cabeza, negándose a dejarse llevar por ese pensamiento.

No podía ser... aunque Joana tuviera algún resentimiento contra él, no era capaz de dejar a sus dos hijos así nada más.

Si él había tomado esa decisión tan desesperada era solo por la situación límite en la que estaban. Y, esta vez, había elegido salvarla a ella.

Cuando rescataran a Joana, él le explicaría todo.

Sabía que ella no era de esas mujeres cerradas y necias.

Obligándose a calmarse y tratando de controlar la angustia, Fabián respiró hondo, intentando sofocar la punzada de dolor que lo consumía.

De pronto, otra figura se adelantó corriendo hacia donde Joana había desaparecido.

Al pasar junto a él, ese hombre lo fulminó con la mirada y le soltó un insulto:

—¡Inútil!

Pero antes de que Fabián pudiera replicar, Arturo ya se había lanzado al mar.

El ceño de Fabián se crispó de rabia.

¿Qué clase de relación había entre Joana y Arturo?

¿Qué había pasado entre ellos durante todo ese tiempo en que Joana se fue de la casa de los Rivas?

Con tantas cosas sucediendo últimamente, aquella sospecha oscura fue haciéndose más y más grande en su mente.

¿Habían planeado morir juntos?

—Eso no cuadra, averigua adónde fue Fabián con ese dinero —fue la orden inmediata de Arturo.

Al principio, Ezequiel pensó que el jefe estaba exagerando como siempre.

Pero apenas investigaron, se toparon con una bomba:

¡Joana había sido secuestrada!

Arturo no perdió tiempo y preparó dos planes: le dijo a Ezequiel que tuviera el dinero listo y partieron de inmediato hacia esa zona costera.

Y justo cuando llegaron, escucharon los disparos.

Arturo se bajó del carro y salió disparado, corriendo como un loco por la playa.

Ezequiel, agotado tratando de alcanzarlo, solo alcanzó a ver la silueta de Arturo saltando al mar.

Temblando, marcó a la familia Zambrano para pedir ayuda a su equipo privado de rescate en Ciudad Beltramo.

Luego, llamó al jefe mayor.

Cayó la noche.

Uno tras otro, los equipos de rescate bajaban al mar, pero no encontraban ni rastro de Joana ni de Arturo.

El escándalo de los disparos y la movilización de la familia Rivas atrajeron a un montón de reporteros y curiosos. Aunque la zona estaba acordonada, muchos lograron colarse con cámaras y grabadoras, buscando la primicia.

[¿Ya escucharon? Dicen que secuestraron a Tatiana y que el Sr. Fabián movió todos sus contactos solo por ella. ¡Los delincuentes murieron en el acto!]

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