Aunque en Diseño Integral Rivera no les faltaba dinero, ¡simplemente no podían tragarse ese orgullo!
En cuanto el señor Lorenzo les dio el visto bueno, el responsable de la firma no dudó en inscribir a todo su equipo de diseño.
De seis personas, tres lograron pasar a la siguiente ronda de la competencia.
Pero si mirabas a Estudio Bravura, ni uno solo de sus diseñadores destacaba.
Y aun así, se atrevían a cuestionar a la cabeza de Grupo Zambrano.
¡Era como cerrarse las puertas ellos mismos!
—Señorita Sabrina, la neta, yo que usted me llevaba a su empleada problemática de regreso a Estudio Bravura antes de que esto se ponga peor. Si no, cuando llegue el momento de la vergüenza, no va a ser solo de ella —soltó el encargado de Diseño Integral Rivera, con ese tonito burlón que tanto disfrutaba.
Sabrina sentía hervir la sangre, pero la confianza en Joana era su mejor defensa.
No había nada malo en el trabajo de Joana.
—Ustedes solo esperen y ya verán —reviró Sabrina, levantando la barbilla.
—¡Jajajaja! ¡Escucharon eso, que esperemos! ¿Ahora me estás amenazando? Pues qué crees, no me da ni tantito miedo —se carcajeó el mismo tipo del equipo rival, sin molestarse en disimular su desprecio.
Antonella se sumó a las risas.
—Por favor, con el nivel de la señorita Joana, aunque pase la ronda, no le va a durar ni medio round a los verdaderos cracks. ¿Para qué se mete a perder el tiempo y hacer el ridículo?
Antes había sido su descuido lo que permitió que Joana se colara a la competencia.
Pero ahora que tenía la oportunidad de pisotearla, ni loca la dejaba pasar.
—¿Ya terminaste? —preguntó Joana, que había escuchado todo en silencio y ahora les dirigía una mirada apacible.
Antonella alzó la cabeza con soberbia.
—¿Qué pasa, ya no aguantas?
Joana curvó los labios, mostrando una media sonrisa.
—Para nada. Siempre me sorprende, señorita Antonella, cómo pueden caber en una sola persona tanta desfachatez y tan poco talento. Es de esas cosas que uno no se explica.
A Antonella le tomó un segundo captar el verdadero sentido de la frase. La cara se le puso roja de rabia.


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