Joana bajó la mirada, luchando por contener una sonrisa.
—Ya, deja de bromear —le dijo Sabrina con una sonrisa amable—. En un rato empieza la ceremonia de inauguración, así que deja de andar de aquí para allá. Ve a cambiarte, y nos vemos en la zona de espera.
Joana levantó la mano haciendo la señal de “OK”.
Era la primera vez que asistía a una ceremonia de inauguración para un producto diseñado por ella misma. Además de la ropa cómoda que solía usar en la tienda, también había traído un vestido elegante color rosa claro. No era demasiado llamativo, pero irradiaba la misma alegría que el vestido rojo largo que llevaba Sabrina.
Afuera de la tienda Onda Étnica, ya habían colocado una hilera de fuegos artificiales para celebrar la apertura. También contrataron a un grupo de baile que animaba el ambiente, lo que atrajo a un montón de curiosos. El lugar rebosaba de vida y entusiasmo.
Después de cambiarse, Joana vio llegar a Valentina e Isidora junto con varios colegas de la empresa.
—¡Joana, te luciste! —gritó Isidora, emocionada, mientras corría hacia ella y le daba un gran abrazo.
Eso sí, tuvo cuidado de no lastimarle el brazo izquierdo, que todavía estaba en proceso de sanar.
Cuando Joana estuvo hospitalizada, ellas ya habían venido una vez con Sabrina para visitarla.
Valentina jaló a Isidora de regreso:
—Oye, no seas tan impulsiva. ¿Qué tal si le vuelves a lastimar el brazo a Joana? Apenas está terminando de sanar.
—Estoy bien —Joana se acomodó el yeso, que ya casi podía quitarse, y sonrió—. Me dijeron que han llegado muchos clientes nuevos en línea. Gracias por el esfuerzo, chicas.
Como el volumen de pedidos explotó de repente, tanto Isidora como Valentina terminaron ayudando en el área de operaciones toda la mañana, y apenas alcanzaron a llegar antes de la ceremonia.
—¿Gracias? ¡Al contrario! Ojalá siempre haya este tipo de locura —contestó Isidora, echándose a reír.
Valentina la miró con sorna:
—¿Así hablas porque te dieron cinco veces más de pago por horas extra?
—¡Valentina! Eso no se dice, hablar de dinero arruina la amistad —Isidora fingió indignación y rápido cambió de tema—. Joana, hoy te ves increíble. No tienes idea, me la pasé en el streaming y la gente no dejaba de preguntar por ti.
Joana se sonrojó un poco con el cumplido.
En ese momento, una camioneta llena de arreglos florales se estacionó frente a la tienda. Una a una, empezaron a bajar más de diez canastas repletas de narcisos y lirios.

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