Joana se quedó un instante pasmada, mirando a la persona que le ofrecía la toalla.
No sabía en qué momento el hombre había abierto los ojos; sus pupilas grises aún conservaban ese aire perezoso y cansado.
Al ver que ella no reaccionaba, su mano grande tomó la toalla del carro y empezó a secarle el cabello con movimientos firmes pero cuidadosos.
—Está lloviendo muy fuerte.
Dentro del carro, el sonido de la lluvia apenas se escuchaba.
Solo el “tic tac” del tablero rompía el silencio.
El corazón de Joana se aceleró, y su voz apenas fue un murmullo:
—Eh… perdón por la molestia.
Instintivamente quiso quitarle la toalla a Arturo. Pero, por el ángulo, al intentar tocar la tela, sus dedos rozaron por accidente la mano cálida de él. Fue como sentir una descarga.
Joana levantó la mirada y se topó con los ojos de Arturo.
Él estaba sentado con toda la calma del mundo en su lugar, con una sonrisa apenas insinuada en el rostro.
—¿Qué pasa? —preguntó él con un tono tan ligero que parecía burlarse.
Joana, algo apenada, encogió los dedos y tomó la toalla.
—Nada… gracias.
Arturo asintió.
Como si nada hubiera sucedido, volvió a cerrar los ojos.
Joana empezó a secarse el cabello, pero no podía evitar lanzarle miradas furtivas a Arturo de vez en cuando.
Por dentro, estaba hecha un lío.
En el asiento delantero, Ezequiel casi sentía que el alma se le salía por la emoción. Llevaba el carro tan despacio, que hasta una abuelita cruzando la calle le habría pasado por un lado.
¡Ay, no! ¡Otra vez el señor se las arregló para lucirse!
Clarito que había venido antes a recoger a la señorita Joana. Preparó la toalla y todo de antemano.
Y todavía le pidió a Ezequiel que le dijera a la señorita Joana que ya de paso pasarían por Carolina, cuando él se había desvelado toda la noche en el trabajo.
¡Si hasta pasó horas y horas cuidando la puerta por la señorita Joana!
—¡Vaya, vaya!
Joana no tenía ni idea de todo esto.
Ella pensaba que todo había sido pura casualidad.
Sin que se notara, la sonrisa de Arturo se profundizó apenas un poco.
Cuando por fin recogieron a Carolina, el ambiente en el carro se revolucionó.
Carolina insistió en sentarse atrás, apretujándose entre Arturo y Joana.
Arturo, con una expresión de fastidio, se hizo a un lado.


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