Cuando el Anillo Cayó al Polvo romance Capítulo 344

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—A mi hermana la cuida gente especializada —dijo Lisandro, con una voz apagada—. Pero hace poco, la señorita Tatiana fue a Estados Unidos a ver a papá, y mi hermana fue a buscarla a escondidas.

Joana sintió una extraña incomodidad. Algo no cuadraba, pero no lograba poner el dedo en el problema. Tal vez era ese rechazo automático que sentía hacia Tatiana, algo imposible de controlar.

Justo en ese momento, Arturo llegó para instalar las cámaras de seguridad.

—De verdad, Sr. Zambrano, qué pena molestarlo —le agradeció Joana, moviéndole una silla de madera pesada—. Puede ponerlo ahí, en esa esquina de la sala.

Nunca pensó que Arturo hablaba en serio la última vez. Pero ahí estaba, con el equipo de vigilancia en la mano y listo para trabajar. Joana no pudo evitar sentir una mezcla de sorpresa y gratitud.

Arturo echó un vistazo al niño que seguía pegado a las piernas de Joana y asintió.

—Listo —dijo, subiendo a la silla de madera—. Ay, señorita Joana, me faltó un tornillo de este tipo. ¿Podrías ayudarme a buscarlo? Carolina debe saber dónde lo guardaron.

—Eh, sí, claro. Voy ahora mismo.

Joana y Carolina cruzaron la puerta para buscar la pieza.

Lisandro se quedó al fondo de la sala. En cuanto se cerró la puerta, su actitud tímida se esfumó y fue reemplazada por una mirada cargada de hostilidad.

—¿Y tú qué me ves, niño? —preguntó Arturo, sin dejar de trabajar.

—¡No te acerques a mi mamá! ¡Mi mamá y mi papá se están separando, y todo es tu culpa!

—¿Ah, sí? Pues, gracias por el cumplido. Es un honor. Si la señorita Joana necesita algo, yo siempre estaré para ayudarla —Arturo contestó con ese tono despreocupado que tanto irritaba.

Lisandro rechinaba los dientes de rabia.

—¡Eres un malvado! ¡Arruinaste la vida de mi mamá y de mi papá! ¡Te odio!

Y sin pensarlo, se lanzó a golpearle la pierna mientras Arturo seguía de pie en la silla. Pero Arturo fue más rápido; se retiró a un lado y Lisandro terminó dándole al aire.

—¡Si tienes valor, no te me quites! ¡Eres un metiche que arruina familias! —gritó Lisandro, señalándolo con el dedo.

Arturo soltó una carcajada, doblándose de la risa.

Lisandro, furioso, intentó golpearlo de nuevo, pero en un instante, Arturo lo sujetó sin esfuerzo.