...
Joana no dijo ni una palabra en todo el tiempo.
Antes de esto, Tatiana solía escoger un día del mes para bombardearla con llamadas, hostigarla con sus palabras y desquitarse de su mal humor. Si Joana no contestaba, Tatiana insistía hasta el cansancio.
Al principio, Joana todavía tenía paciencia para responderle un par de veces y soltarle alguna que otra indirecta. Pero con el tiempo, simplemente ponía el celular en modo avión y se concentraba en sus planos, sin prestarle más atención.
En ese momento, el rostro de Lisandro se puso tan pálido como una hoja de papel.
La Tatiana al otro lado del teléfono no tenía nada que ver con la mujer dulce que él solía ver.
—¿Por qué no dices nada? ¿Te quedaste muda? Pero sé que estás escuchando. Te lo advierto, Fabián solo puede ser mío, el lugar de la señora Rivas también. El hecho de que Fabián se haya casado contigo es la mayor mancha de su vida.
Tatiana se recostó en una silla y tomó un sorbo de agua, como si nada.
—Señorita Tatiana, soy yo.
Una voz infantil rompió el silencio del otro lado de la línea.
Al reconocer de quién era la voz, Tatiana se quedó como estatua.
¿Lisandro?
¿No estaba él en Estados Unidos? ¿Cómo es que contestó él la llamada?
De repente, un escalofrío la recorrió. ¿Acaso Joana también había ido a Estados Unidos?
Tatiana empezó a inquietarse, ya no podía quedarse tan tranquila.
...
El corazón de Lisandro estaba hecho un lío.
Escuchar a Tatiana atacar sin piedad lo destrozó por dentro. No pudo evitar revelar quién era.
Hasta ese momento, todavía quería engañarse a sí mismo, pensar que tal vez era alguna broma de mal gusto. Pero solo Tatiana podía decir esas cosas.
El silencio que siguió después de que él habló lo hizo pensar que la llamada se había cortado.
De hecho, así fue.
—No sé quién eres, te equivocaste de número.
La voz del otro lado sonó forzada, y apenas terminó la frase, colgó sin dudar.
La verdad, tan cruel, lo golpeó de lleno. Dafne Rivas no pudo asimilarlo de inmediato.
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