Apenas entraron al privado y terminaron de pedir la comida, Edna volvió a intentar convencerla.
No podía quitarse de la cabeza que lo del divorcio de Florencia no era tan simple como parecía.-
Ni hablar de si la familia Fuentes aceptaría el asunto, pero Facundo Villar también tenía todas sus esperanzas puestas en que Florencia sacara algún provecho de los Fuentes. Solo con que él se enterara de todo esto, las cosas se pondrían feas para ella.
Sin embargo, antes de que Edna pudiera decir algo, su expresión se quedó congelada. Miró hacia abajo con asombro.
Florencia también dirigió la vista hacia el primer piso.
Allí, una Bentley que le resultaba bastante familiar se estacionó. Salvador bajó del carro, abrió la puerta del copiloto y, de ahí, salió Martina, con un vestido blanco y una sonrisa radiante.
No se alcanzaba a oír qué decían, pero Salvador mantenía esa cara impasible de siempre, mientras Martina no podía ocultar lo mucho que se divertía.
Edna no aguantó más al ver esa escena.
—¿De verdad estos dos no tienen vergüenza? ¿Piensan seguir pegados todo el día, o qué?
Se quejó Edna, apretando la mandíbula.
—¿No se cansan de estar juntos hasta en el trabajo? ¿Y todavía se van a comer solos? No, esto ya es el colmo. Ahora mismo voy a preguntarle a ese tal Fuentes si todavía recuerda quién es la señora Fuentes.
—No hace falta, ya vamos a divorciarnos —respondió Florencia.
Ya había visto cosas así más de una vez.
Aunque hoy no se los hubiera topado aquí, seguro los habría encontrado más tarde, igual de acaramelados en otro lado.
Florencia ya ni ganas tenía de meterse en ese asunto.
Edna guardó silencio un momento. Al final, no volvió a insistirle ni a suplicarle nada, solo le dio unas palmadas en el hombro.
—Haz lo que creas mejor. Si necesitas algo, cuenta conmigo. Las amigas estamos para apoyarnos siempre.
No supieron a qué privado se fueron Salvador y Martina, porque cuando Florencia y Edna salieron del restaurante, ya no los vieron por ningún lado.
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