Génova escuchaba la música y disfrutaba de un poco de mousse de chocolate que había hecho un chef ferropenés con siete estrellas Michelin cuando, de repente, vio la mano de un hombre acercarse a ella.
—Señorita, ¿podría tener el honor de un baile contigo?
Génova levantó la cabeza y cuando vio la típica expresión distante de Mauricio, perdió el apetito. Sus miradas se encontraron y a Mauricio le dio un vuelco el corazón. Era la primera vez que tenía el rostro de Génova tan cerca del suyo, algo que lo hizo darse cuenta de cómo cada rasgo en su resplandeciente rostro estaba perfectamente alineado y tenían el tamaño perfecto. Hasta ese día, no se había dado cuenta de lo hermosa que era su exesposa. Sobre todo, de sus ojos; era como si dos estrellas se reflejaran en ellos, una visión que la hacía lucir vivaz y fuerte, con un toque de terquedad.
Mauricio se encontró perdido en sus ojos; es más, tenía la sensación de haberlos visto antes. Mientras él se perdía en sus pensamientos, Génova sonrió de forma burlona y una pizca de desdén.
—Lo siento, señor Britos. No es digno de bailar conmigo.
La gente que pasaba junto a la mesa se quedó estupefacta ante la respuesta de la joven. «¡Qué arrogante! ¿Acaba de decir que el hombre más importante de Floresta no es... digno de ella?», pensó alguien.
Mauricio entrecerró los ojos y esa idea de familiaridad que tuvo desvaneció, aun así, continuó con la mano tendida y le respondió con una sonrisa que no parecía ser sincera:
—Es solo un baile. No tiene miedo, señorita Sánchez, ¿o sí?
Génova también entrecerró los ojos. «¿No sabe aceptar un no por respuesta? ¿Cómo puede ser tan imbécil? ¿No entiende lo que acabo de decirle?». Cuando sus miradas volvieron a cruzarse, parecían saltar chispas. Ante la creciente tensión en el ambiente, Ernesto se levantó y soltó:
—Génova es mi compañera, ¿por qué insiste en apartarla de mí, señor Britos? —Apartó lentamente la mano de Mauricio y luego lo miró a los ojos—. Señor Britos, quizás sería mejor que invite a bailar a su compañera, o se pondrá celosa.
Mauricio se limitó a permanecer allí parado, sin moverse ni un centímetro. Enojada, Génova le susurró algo a Ernesto antes de salir del salón para dar un paseo por el jardín del hotel. Mauricio intentó seguirla, pero Ernesto lo apartó para hablar con otros directores ejecutivos.
Aunque Natasha y Sharon no pudieron oír lo que Génova y Mauricio estaban hablando, sí pudieron ver la mirada «cariñosa» que compartieron, lo que enfureció a la hermana del joven, quien fulminó a Génova con la mirada y siseó:
—¡Están divorciados y esa z*rra sigue aferrada a mi hermano!
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