Génova estiró su hermoso cuello para mirar a Sharon.
—¿Por qué no se lo preguntas a ella?
Enrojecida por la tos, Sharon solo pudo señalar a Génova con rabia sin poder pronunciar una sola palabra. Al escuchar su respuesta, Natasha miró a la primera mujer con decepción y pronunció en tono desconsolado:
—Génova, pase lo que pase, Sharon es como una media hermana para ti. Aunque lo que dijo a la entrada no fue agradable, se había disculpado. ¿Cómo puedes ser tan vengativa? Es solo una niña. Solías ser tan amable. ¿En qué momento cambiaste tanto?
Aquellas palabras daban a entender que Génova solo se estaba vengando, ante lo que Sharon asintió con fervor mientras tosía y sollozaba al mismo tiempo; lucía agobiada. En ese momento, la multitud empezó a cuchichear entre sí; dado que la víctima era la hija de la familia Britos, todos se ponían del lado de Sharon.
En lugar de decir algo, Mauricio se limitó a mirar con detalle a Génova. Como resultado, la mujer se sintió incómoda, así que resopló:
—Nadie conoce la personalidad de su hermana mejor que tú. ¿De verdad crees que me estaba vengando de ella?
En respuesta, él frunció los labios y guardó silencio; había una expresión indescifrable en su mirada. Génova sonrió con sorna y se dio cuenta de lo absurdas que sonaban sus palabras. «Desde que lo conozco, nunca ha creído en mi palabra. Ni una sola vez. ¿Por qué debería importarme que me crea ahora? Darle explicaciones es una pérdida de tiempo». Con ese pensamiento, Génova quiso dar media vuelta y marcharse, sin embargo, unas cuantas personas, amigas de Sharon, se adelantaron y le obstruyeron el paso.
—¡Alto! ¿Quién dice que puede irse? Acaba de agredir a alguien.
—Exacto. Debería pedirle disculpas a Sharon antes de irse.
Génova se burló y estaba a punto de defenderse, cuando vio que Ernesto se abría paso entre la multitud y caminaba hacia ella. Al verlo, aquellos miembros de la alta sociedad presentes en el lugar lucían deslumbrados y quisieron humillar más a Génova.
—Señor Heredia, ¿vio lo que sucedió? Esta mujer es viciosa y repugnante.
—Así es, señor Heredia. Debe pedir justicia por Sharon. Además, una mujer como ella ni siquiera merece estar con usted.
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