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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1005

En aquel entonces, Micaela sí era una joven inocente y guapa; Enzo quedó deslumbrado desde el primer momento.

Incluso se sorprendió y pensó que la verdadera señora Ruiz era una excelente persona.

Comparada con Samanta, quien en Costa Brava no hacía más que exigir lujos y fama, Micaela tenía peticiones tan simples que casi pasaban desapercibidas.

Pero ahora, la Micaela de hoy parecía tan lejana, tan transformada, que hasta resultaba inalcanzable.

El suero seguía goteando lentamente en el brazo de Gaspar, quien terminó por quedarse dormido.

Enzo se acercó con sigilo, le acomodó la manta con cuidado y volvió a sus pendientes de trabajo.

A pesar de todo, Enzo deseaba que su jefe lograra reconquistar a Micaela; si no, con la personalidad que tenía, seguro se quedaría solo toda la vida.

...

A las cinco y media, Micaela fue por su hija y ambas regresaron a casa. No tenía pensado contarle a Pilar que su papá estaba enfermo.

Sin embargo, ni bien entraron y mientras Micaela se lavaba las manos, Sofía lo soltó.

—Mamá, ¿papá está enfermo? ¿Está abajo? Quiero ir a verlo —Pilar Ruiz la miraba con esos ojitos enormes, suplicándole.

—Perdón, señora —Sofía se notaba nerviosa; en ese momento todavía le preparaba un caldo a Gaspar.

—No te preocupes —le respondió Micaela, sin enojarse. Sabía que Sofía le guardaba cariño a Gaspar; después de todo, le había pagado seis años de sueldo.

—Pilar, ¿por qué no esperas un ratito? Cuando termine el caldo, tú y tu mamá pueden bajar a ver a tu papá —propuso Sofía.

Micaela arrugó un poco la frente, pero no dijo nada. Gaspar era el donante principal, necesitaba recuperarse pronto; la próxima semana debían inyectarle el tratamiento a Damaris Quintana.

Quince minutos después, sonó el timbre de la habitación de Gaspar.

Enzo abrió la puerta y al ver a Micaela y Pilar, no pudo evitar alegrarse.

—Señorita Micaela, qué gusto que vinieron.

—¡Papá! —Pilar salió corriendo hacia adentro.

Gaspar acababa de despertar. Descansaba en el sillón y, en cuanto escuchó la voz dulce de su hija, se levantó de inmediato, se agachó y la recibió con los brazos abiertos para que se lanzara a abrazarlo.

—Papá, ¿estás enfermo? ¿Te duele algo? —Pilar le tocó la frente con sus manitas, preocupada.

Capítulo 1005 1

Capítulo 1005 2

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