Adriana había experimentado un cambio profundo en su ánimo y en su forma de ver las cosas. Al principio, el diagnóstico la llenó de miedo, pero ahora se sentía completamente relajada. Además, saber que su recuperación abría una puerta de esperanza para curar a su mamá le daba fuerzas para seguir adelante.
...
En la casa de Samanta, el ambiente era tenso. Acababa de terminar una llamada con su mamá y su humor estaba por los suelos. Noelia entró con un contrato de publicidad recién impreso y lo dejó frente a ella.
—Samanta, sé que últimamente no te has sentido bien, pero si el dinero viene hacia una, ¿no deberíamos...?
Samanta miró el contrato con fastidio.
—¿Qué clase de anuncio es este? ¿De verdad quieres que sea la imagen de un producto de pañales desechables?
—No es eso, lo que quiero decir es que... —intentó aclarar Noelia.
Samanta, perdiendo la paciencia, aventó el contrato sobre la mesa.
—¿Crees que estoy tan desesperada como para aceptar cualquier oferta? No quiero volver a ver este tipo de propuestas que me rebajan.
Noelia suspiró, tratando de mantener la calma.
—Samanta, las cosas ya no son como antes. Casi todos los contratos importantes que teníamos se están yendo. Este es un producto nuevo, pero pagan bien.
Samanta se frotó la frente, frustrada. Estaba consciente de la situación: la noche en que Lionel Cáceres la llamó de improviso y luego colgó sin decir nada, supo que Adriana había hecho algo para arruinarle la reputación. Llamó varias veces a Lionel, pero él la bloqueó.
Ese presentimiento de que algo malo se avecinaba no la dejaba en paz. Ahora ni siquiera podía localizar a Lionel, no sabía qué le pasaba.
En cuanto a Gaspar, ya ni siquiera tenía expectativas. Solo esperaba que él la buscara para terminar el trato, porque ya se había hartado de las extracciones de sangre.
Desde la última vez, su salud empeoró. La anemia le provocó bajones de azúcar y el estrés la mantenía con dolores de cabeza insoportables.
Samanta se dio cuenta de algo muy cierto: para ganar dinero, primero hay que estar viva para gastarlo.
Noelia se marchó sin agregar nada más, llevándose una bolsa con ropa de tintorería de Samanta.
Justo cuando Samanta intentaba ponerse de pie, una ola de mareo la obligó a sentarse de nuevo. Jadeó, con el rostro retorcido por el dolor.



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