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Amanecía.
Micaela bajó las escaleras tomada de la mano de Pilar. Gaspar le sonrió a su hija, pero al mirar a Micaela, su expresión se volvió mucho más distante.
Gaspar se encargó de llevar a Pilar a la escuela. Apenas Micaela se despidió de ellas, recibió la llamada de Joaquín. Le avisó que ese día iban a reunirse con varios representantes de asociaciones, y que incluso vendrían altos funcionarios del gobierno. Como principal investigadora, Micaela debía estar presente para explicar todo lo relacionado con el caso de Pueblo de la Brisa.
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En la sala de descanso del laboratorio.
Verónica miró a Lara con cierta envidia.
—Dicen que hoy vienen varios directivos de asociaciones y gente del gobierno. Seguro que Micaela vuelve a ser el centro de atención, ¿no?
Justo en ese momento entró Santiago, y lo primero que escuchó fue ese comentario. Se notaba que le molestaba.
—Como su papá es Kevin, ahora todos los recursos buenos terminan en sus manos. ¿Cuándo nos va a tocar a nosotros algo?
Lara apretó con fuerza la taza que llevaba.
—De ahora en adelante, todos tenemos que aprovechar cualquier oportunidad. No podemos dejar que ella se lleve todo.
Verónica dejó escapar un suspiro, desanimada.
—Nosotras también hemos trabajado duro investigando lo de Pueblo de la Brisa, pero no le hallamos ni pies ni cabeza.
Santiago soltó un comentario con fastidio.
—Con Ramiro siempre pegado a Micaela, conseguir recursos va a estar difícil para nosotros.
En los ojos de Lara destelló una chispa de celos. Santiago se sentó a su lado y le habló en voz baja.
—Lara, tengo una idea buenísima. ¿Te interesa escucharla?
Verónica se acercó de inmediato, curiosa.
—A ver, Santiago, ¿de qué hablas? Suéltalo.
—Seguro conocen a Natalia Rojas, ¿cierto? Su esposo era el que encabezaba la lista de los más ricos, pero falleció de cáncer. Natalia vendió la empresa y ahora se dedica a la investigación básica sobre cáncer. Si logramos conectar con ella, nuestro futuro puede cambiar.
Los ojos de Verónica brillaron.
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