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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1045

Sofía salió de la cocina y, al ver que Pilar se había quedado dormida, se acercó para cargarla en brazos, pero Gaspar, con voz grave, la detuvo:

—Déjame, yo me encargo.

Con paso firme y seguro, Gaspar subió directo hacia la recámara principal en el segundo piso. Micaela solo lo observó un instante, sin intención de seguirlo.

Ya en la recámara, Gaspar acomodó con sumo cuidado a su hija sobre la cama. Le quitó los zapatos, la arropó bien y, al contemplar su carita tranquila, no pudo evitar sonreír con ternura. Le apartó suavemente el cabello de la frente y se inclinó para besarla en la frente antes de incorporarse y salir de la habitación.

En las escaleras se encontró con Micaela. Ella, con un tono cordial, le dijo:

—Gracias por todo estos días, Gaspar.

Gaspar la miró con seriedad, su mirada profunda transmitía emociones difíciles de descifrar.

—No hay por qué decir eso entre nosotros.

Dicho esto, la rebasó y bajó las escaleras. Sofía lo interceptó en la sala.

—Señor Gaspar, ¿le gustaría tomar una bebida caliente?

Gaspar giró hacia las escaleras, justo cuando Micaela volteaba a verlo desde arriba. Tragó saliva, conteniendo sus palabras, y le respondió a Sofía:

—No, gracias. Tengo unos pendientes.

Apenas Gaspar salió por la puerta, Micaela subió de nuevo al segundo piso. Sofía, de pie en la sala, percibió un ambiente extraño. ¿Cómo describirlo? Ya no veía rencor en los ojos de Micaela cuando miraba a Gaspar.

Además, había alcanzado a oír el breve intercambio en las escaleras: tan distantes y formales, como si fueran simples conocidos.

Parecían, al fin, haber roto las cadenas del matrimonio. Ahora solo quedaba el lazo por Pilar, y ambos buscaban la paz, dejando atrás los reproches.

Sofía entendía bien que sus esperanzas ya no tenían fundamento. Si el amor se había ido, ¿qué posibilidad de reconciliación podía quedar?

No tardaría mucho para que la señora encontrara a alguien nuevo, tal vez el señor Joaquín o aquel atractivo señor Franco. Y Gaspar, seguramente, también hallaría a otra persona.

No pudo evitar sentir cierta tristeza por ellos dos. Había sido testigo de su historia desde el principio. Si no hubiera sido por la aparición de la señorita Samanta, seguramente seguirían siendo una familia feliz.

...

Micaela, ya arriba, entró en silencio a la recámara principal. Su hija dormía profundamente, acurrucada y adorable.

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