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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1071

Por la noche, Pilar llegó con un libro nuevo en la mano. Era uno de esos cuentos ilustrados que Gaspar había comprado para ella.

Micaela abrió el libro y, de inmediato, las ilustraciones llenas de calidez la envolvieron. El cuento relataba la historia de dos padres que le daban todo su amor a su hijo desde el instante en que nació.

Pilar, acomodada en los brazos de su madre, apoyó la cara en su hombro y preguntó:

—Mamá, ¿tú y papá también me querían así de mucho cuando nací?

El corazón de Micaela se volvió tan suave como mantequilla derretida.

—Por supuesto, mi amor. Tu papá y yo te queremos más que a nada en este mundo.

Pilar se acurrucó aún más, feliz.

—Yo también los quiero un montón.

Después de leerle el cuento y arrullarla hasta que se durmió, Micaela sintió una mezcla de emociones. Sin embargo, el trabajo la tenía agotada y al poco rato cayó rendida en la cama.

...

A la mañana siguiente, Micaela planeaba llevar a Pilar a la escuela. Pero apenas abrió la puerta, Gaspar ya estaba ahí, esperando puntual.

Pilar tomó la mano de su papá y juntos se metieron al elevador. De repente, la niña frunció los labios y dijo:

—Papá, ¿puedo pedir un día libre? Hoy no quiero ir a la escuela, quiero ir contigo a trabajar.

Gaspar se sorprendió y se agachó para mirarla directo a los ojos.

—¿Por qué no quieres ir a la escuela? ¿Te molestaron o algo así?

—No, es que hace mucho que no voy a tu oficina y quiero ir a jugar allá —dijo Pilar, con voz dulce y haciendo puchero.

Gaspar no pudo evitar sonreír.

—Está bien, hoy te vienes conmigo a la oficina. Yo te pido el permiso.

—¡Sí! —Pilar lo abrazó entusiasmada—. Eres el mejor, papá.

Gaspar le revolvió el cabello con cariño y la llevó de la mano hasta el carro rumbo a la oficina principal del Grupo Ruiz.

Mientras tanto, la profesora de Pilar recibió la notificación del permiso.

...

El Grupo Ruiz dominaba el centro de la ciudad, ocupando el mejor terreno. Gaspar entró al vestíbulo con Pilar, quien llevaba su pequeña mochila y el uniforme azul de la escuela. A pesar de su tamaño, caminaba con una seguridad que llamaba la atención.

Todos los que pasaban se detenían a mirarla con una sonrisa, aunque algunos la observaban con cierta cautela. Al fin y al cabo, en ese momento, Pilar era la única heredera reconocida del Grupo Ruiz.

—Papá, ¿por qué todos me miran así? —preguntó Pilar, mirando a su papá con curiosidad.

En ese instante, la sala quedó en silencio. Los gerentes intercambiaron miradas sorprendidas. Sabían que Pilar era la hija de Gaspar, pero escuchar de su boca que ella estaba destinada a heredar la empresa fue algo completamente nuevo.

—Pilar, ¿te gustaría aprender a manejar la empresa? —le preguntó Gaspar en voz baja.

—¡Sí! Quiero ser tan fuerte y lista como tú, papá —contestó Pilar, con los ojos brillando de emoción.

—Estoy seguro de que algún día vas a ser mucho mejor que yo —dijo Gaspar, mostrándose orgulloso.

Los presentes miraron el rostro de Pilar, en donde ya se notaba la misma confianza que su papá. Si Gaspar no tenía más hijos, nadie dudaba que esa pequeña sería la próxima en dirigir el emporio.

La reunión continuó. Pilar volvió a sus dibujos, pero ahora se inspiró en el diagrama y empezó a colorear su propia versión del organigrama.

...

En otra oficina, Micaela estaba trabajando cuando su celular vibró. Era un mensaje de Gaspar. Al abrirlo, vio una foto: Pilar sentada en la silla de su papá, dibujando muy concentrada.

[¿Por qué no la llevaste a la escuela?] —escribió Micaela, frunciendo el ceño.

[Quiso acompañarme hoy a la oficina, perdón por no avisarte antes] —respondió Gaspar.

A los segundos, llegó otra foto: Pilar jugando con uno de los gadgets de Gaspar, sentada derechita, como toda una ejecutiva.

[Tu hija tiene toda la pinta de futura líder de la empresa]

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