Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1073

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Micaela asintió con la cabeza.

—Si tengo tiempo, sí me gustaría preguntarle algunas cosas.

La mirada de Anselmo se volvió profunda.

—Justo Pilar también quiere ir a la base a pasear. Cuando tengas vacaciones, podrías venir otra vez conmigo, a divertirte un rato allá.

Micaela parpadeó. La última vez que fue a su base fue por cuestiones de trabajo; si iba solo para pasar el rato, la verdad es que le daba algo de pena. Al final, ese era un lugar militar, y salvo familiares directos, nadie podía entrar.

—Pilar solo lo dice por decir, no te lo tomes tan en serio —comentó Micaela.

Pero la mirada de Anselmo se tornó aún más seria.

—Para mí, tanto tú como Pilar son personas muy especiales.

Micaela se hundió en los ojos de Anselmo. ¿Cómo no iba a entender lo que él sentía? Además, ya no era una muchachita ingenua de veinte años.

—Anselmo —dijo, removiendo suavemente el café—. Tus sentimientos me quedan claros, pero tú también sabes que entre nosotros… hay una gran diferencia.

Anselmo la miró con una ternura que desarmaba.

—¿Te refieres a que mi papá es el vicepresidente?

—No solo a eso —respondió Micaela, levantando la mirada, con los ojos firmes—. Pilar quizá herede una enfermedad en la sangre, necesitará cuidados especiales. Y tú… eres el hijo del vicepresidente, tienes un futuro brillante por delante. No quiero convertirme en una carga para ti.

Anselmo, con el ceño fruncido por la preocupación, le tomó la mano. Su palma estaba cálida y fuerte.

—Si Pilar me necesita, haré todo lo que esté en mis manos para cuidarla, para ayudarla a sanar. Y en cuanto a ti… tu capacidad no le pide nada a la de alguien con mi apellido.

Micaela se quedó helada. Levantó la mirada y se encontró con los ojos intensos de Anselmo. Aun así, la inseguridad y la duda seguían marcadas en su expresión.

—La posición de mi papá nunca ha sido un obstáculo entre nosotros. Él te admira, y estoy seguro de que se sentiría orgulloso de ti. Déjame protegerte, a ti y a Pilar.

La sinceridad que brillaba en los ojos de Anselmo le removió el corazón a Micaela. Aunque el peso de la realidad seguía allí, la franqueza de él la conmovía.