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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1079

—Ajá —Gaspar tomó a su hija de la mano y la llevó hacia la mesa.

En ese momento, sonó el celular de Gaspar.

[Señor Gaspar, la señorita Micaela sufrió heridas leves en la piel y un esguince en el tobillo. El señor Anselmo tiene una herida en el hombro que requiere hospitalización para observación.]

Gaspar soltó un suspiro, contestando de inmediato.

[Cuídenlos bien, por favor.]

...

En la habitación del hospital, Micaela estaba sentada junto a la cama, observando el grueso vendaje sobre el hombro de Anselmo. No pudo evitar que las lágrimas empezaran a rodar por su cara de nuevo.

—Todo fue mi culpa... Si no hubieras tratado de salvarme, nunca te habrías lastimado tan feo.

Anselmo levantó la mano que tenía libre y le secó las lágrimas con una ternura que intentaba ocultar su propio dolor. Sonrió, buscando tranquilizarla.

—Esto no es nada, Micaela. Cuando estaba en el ejército me tocaron heridas peores.

Intentó hacerla reír, buscando alivianar la tensión.

—Además, ¿sabes qué? Ser el héroe que salva a la chica vale cada rasguño.

Micaela no pudo evitar lanzarle una mirada de reproche, pero sus ojos brillaban con un poco de alivio.

—¿Y todavía te pones a bromear en este momento?

Al verla sonreír, Anselmo se puso más serio.

—Micaela, protegerte fue mi decisión, nadie me obligó. Verte sana y salva es lo único que me importa.

—Pero...

—Nada de peros —dijo Anselmo, apretando su mano—. No sabes lo agradecido que estoy de haber llegado a tiempo.

Porque si no lo hubiera hecho, jamás se lo habría perdonado.

Micaela soltó un suspiro, mirando la herida.

—¿Te duele? ¿Quieres que te traiga un analgésico para que puedas dormir mejor esta noche?

—No, en serio, no me duele. No te preocupes —contestó Anselmo, y extendió la mano para acariciar su cara con suavidad—. ¿Y tú? ¿Todavía te duele la cara?

Micaela había estado usando hielo hace un rato y ya no sentía dolor. Negó con la cabeza.

—Ya no me duele.

—Anda, ve a descansar a la cama de al lado —le sugirió Anselmo.

Pero Micaela negó.

—Quiero quedarme contigo.

Por más que Anselmo insistió, vio que no iba a lograr convencerla, así que la dejó quedarse a su lado. Él, cansado por tanta pérdida de sangre, se quedó dormido en poco tiempo.

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