Ángel asintió e indicó a su asistente que todos salieran.
Micaela recordó que él le había dicho por la mañana que tenía algo importante que hablar con ella, y había estado esperando saber de qué se trataba.
—Dijiste que tenías algo importante que decirme. ¿Qué es? —le preguntó directamente.
La mirada de Gaspar se posó en el rostro de Micaela, su expresión seria y su tono de voz, firme.
—Si tú y Anselmo están pensando en tener hijos, es fundamental que se hagan un cribado genético.
Micaela se quedó perpleja.
—¿Por qué? —preguntó, sin entender.
—Hazme caso. No te embaraces de forma natural y tomen precauciones siempre —dijo Gaspar, desviando la mirada, pero su voz denotaba una certeza inquebrantable—. Es lo mejor para ti y para sus hijos.
Micaela frunció el ceño.
—¿Hay algo más que me estás ocultando?
Gaspar bajó la vista.
—Digo esto por tu bien. No quiero que vuelva a ocurrir lo de Pilar.
Si Micaela no fuera médica, tal vez no le habría dado más vueltas. Pero, dedicándose a lo que se dedicaba, las palabras de Gaspar le hicieron sospechar que él le ocultaba algo.
—¿Qué más me estás escondiendo? ¿Puedes decírmelo todo de una vez? —insistió, mirándolo fijamente.
Gaspar levantó la vista y la miró con profundidad, una ternura involuntaria asomando en sus ojos.
—¿Puedes hacerme caso solo por esta vez?
Y añadió:
—Por el bien de tu segundo hijo, no te arriesgues.
Micaela seguía con el ceño fruncido, pensando, mientras la nuez de Adán del hombre frente a ella se movía de forma perceptible. Su voz se tornó ronca.
—Si… si tú y él…
Hizo una pausa, como si la sola idea de esa imagen le resultara insoportable.
—Recuerda tomar las debidas precauciones.
Dicho esto, Gaspar se levantó y se marchó, como si no quisiera permanecer allí ni un segundo más.
Micaela frunció el ceño y levantó la vista hacia la puerta de la sala de reuniones, que rebotó al ser empujada con fuerza. No esperaba que Gaspar sacara a colación un tema tan íntimo.

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