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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 111

—Está bien, la voy a traer —respondió Gaspar.

—¡Es que ya me tiene harta! Micaela cada vez es más testaruda, llevan seis años de casados y todavía actúa como niña, de verdad que no entiende nada —Damaris no pudo evitar quejarse con su hijo.

—Mamá, yo voy a hablar con ella, la voy a tranquilizar —intentó calmarla Gaspar.

—Desde aquel entonces no estaba de acuerdo con su boda, y mira, ahí están las consecuencias. No entiende razones y además ni siquiera sabe respetar —Damaris, molesta, sentía que ya no podía guardarse lo que pensaba.

De repente, una tos a sus espaldas la sobresaltó. Al voltear, vio que su suegra estaba detrás de ella, así que no le quedó de otra más que despedirse:

—Hijo, luego hablamos, te cuidas.

Florencia había escuchado lo que Damaris decía hace un momento.

—¿A tu edad y todavía te pones al tú por tú con Micaela? —reprendió Florencia, sin rodeos.

—Mamá, usted no sabe cómo se puso hace rato. Si fuera mi hija, ya le habría dado una buena llamada de atención, pero como es mi nuera, me tengo que aguantar y no meterme —Damaris se desahogó con la suegra.

Florencia la miró de reojo.

—¿No te has dado cuenta que últimamente Micaela y Gaspar andan distantes? Mejor no te metas en los pleitos de pareja, déjalos que lo arreglen entre ellos.

Por supuesto que Damaris lo había notado, pero más le dolía ver a su hijo en esa situación.

—Mi Gaspar cada mes le deposita trescientos mil solo para sus gastos, ¿qué más quiere que haga por ella? ¿Por qué tiene que andar siempre con esa cara con mi hijo?

Florencia, por su parte, pensaba que últimamente su nieto seguramente andaba tan ocupado que descuidó a Micaela, y por eso ella andaba resentida. “Más adelante tengo que ayudar a que se arreglen”, se dijo.

...

En la casa de Gaspar.

—¡Mami, mira mi dibujo! Aquí estamos tú, papá, yo y Pepa —Pilar le mostró con orgullo su dibujo de colores.

Micaela le acarició la mejilla y la elogió:

—Te quedó precioso, mi amor. Mañana es tu día libre, ¿a dónde quieres ir?

Pilar, abrazando a su mamá con fuerza, contestó llena de ilusión:

—Quiero ir al parque de diversiones.

Antes, cuando Micaela recibía ese dinero, saltaba de alegría, lo abrazaba aunque él no quisiera, lo llenaba de besos y le decía entre risas: “Gracias, mi amor”.

A veces Gaspar se dejaba cubrir la cara de besos, y otras fingía empujarla, pidiéndole que no hiciera tanto escándalo.

Así era él: todo lo medía con números, ni demasiado cariñoso ni indiferente, y cumplía con lo que tenía que dar como esposo.

Además, Micaela siempre fue tan alegre que mantenía el ambiente en casa ligero y agradable.

Pero ahora...

Micaela había cambiado. Gaspar ya no podía descifrar lo que quería.

Ella miró la tarjeta que él le ofrecía, pero negó con la cabeza.

—No la necesito.

Sin más, Micaela se puso de pie y salió de la sala.

—¿Sigues enojada después de medio año? —preguntó Gaspar, sin moverse de su lugar.

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