Micaela se giró y miró al hombre que tenía detrás. Cruzó los brazos, esbozó una sonrisa con evidente burla y subió las escaleras sin mirar atrás.
Gaspar apretó la mandíbula, y en sus ojos se agitaban emociones mucho más profundas de lo que dejaba ver.
...
Micaela se fue a dormir con su hija. Gaspar, después de bañarse, entró un rato al cuarto de Pilar para platicar con ella antes de irse a su propia habitación. Las dulces palabras de la niña hicieron que Gaspar se riera varias veces, esa risa cálida que solo le dedicaba a su pequeña.
—Mi princesita —dijo Gaspar abrazando a la niña y dándole un beso en la mejilla antes de salir.
Pero, de pronto, se detuvo junto a Micaela, se inclinó y le dio un beso en la frente.
Micaela se quedó rígida unos segundos, luchando por no perder la compostura frente a su hija. Cuando él se fue, tomó la manga de su blusa y se frotó con fuerza el lugar donde Gaspar la había besado.
...
Ya de madrugada.
Gaspar estaba acostado, con el brazo bajo la cabeza y el celular en la mano. Abrió un video, uno que había guardado desde hacía ocho años.
En el video, una joven estaba sentada junto a su cama de hospital, tomándole la mano mientras le cantaba suavemente.
—¿Te gusta? Es una canción nueva que acabo de aprender, ¿te parece si la usamos para que duermas más tranquilo?
La voz de la chica era clara, alegre, llena de vida.
—Ahora te voy a leer otro cuento. Si te aburro, despiértate y dímelo, si no… seguiré leyéndote hasta que ya no aguantes más.
En la sala de terapia intensiva, la joven se recostaba sobre la orilla de la cama, leyendo el cuento con entusiasmo y gestos animados.
Gaspar dejó el celular a un lado, cerró los ojos y se quedó pensando.
Para él, la actitud distante de Micaela en los últimos meses no era otra cosa que una pelea silenciosa. Estaba seguro de que nadie lo quería más que ella.
...
A la mañana siguiente, Micaela sacó a su hija a desayunar. Sofía también las acompañó porque estaba de vacaciones y las tres se fueron a un parque de diversiones.
Micaela, siempre paciente y cariñosa, acompañó a Pilar en todos los juegos para niños. Pilar no cabía de la felicidad.
Después de pasear en los caballitos, Micaela las llevó a un restaurante. Cuando terminaron de comer, ya eran las dos de la tarde.
A las tres y media, Micaela notó que su hija tenía sueño, así que junto a Sofía regresaron a casa.
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