Pero estar en paz no significaba empezar de nuevo. Algunas heridas, una vez que existen, no se pueden borrar tan fácilmente.
Micaela simplemente acarició con ternura el cabello de su hija y sonrió sin decir nada.
Gaspar miró a Micaela por el espejo retrovisor y justo la vio con esa mirada tierna y sonriente.
Sabía que, con su hija a su lado, la única persona en la que podía estar pensando tan profundamente era una sola.
El cielo, que se oscurecía gradualmente afuera, se reflejó en los ojos del hombre, volviéndolos cada vez más sombríos.
—Tengo un compromiso esta noche, así que no voy a ir a tu casa a cenar —dijo Gaspar después de bajarse del carro, dirigiéndose a Micaela.
Micaela, que sostenía la mano de su hija, asintió.
—De acuerdo.
Pilar agitó su manita.
—Adiós, papá.
Micaela entró al elevador con su hija. Esa noche, se dedicó con paciencia a ayudar a su hija a practicar caligrafía y a dibujar; tenía que encontrar un equilibrio entre el trabajo y pasar más tiempo con ella.
El lunes, el seminario organizado por la cámara de comercio se llevó a cabo oficialmente. Micaela salió temprano de la zona de la escuela y condujo hacia el edificio de la cámara.
Ese día asistieron muchas figuras académicas importantes y peces gordos de diversos campos. Apenas entró en el vestíbulo, Micaela vio al profesor Víctor Leiva y a Ismael, el rector de la Universidad Médica de Villa Fantasía. Se acercó a saludarlos.
—Doctor Leiva, rector Ismael, buenos días.
—Micaela, qué bueno que viniste. Le pedí específicamente a Gaspar que te invitara —le dijo el rector Ismael.
El doctor Leiva también la miró con aprobación.
—Escuché a Gaspar decir que has logrado un gran avance en tu investigación sobre enfermedades de la sangre. ¡Eso es una excelente noticia para el futuro de la medicina!
—Así es, son avances que benefician a toda la humanidad.
Justo en ese momento, se escuchó un ligero revuelo en la entrada del salón. Todos se giraron instintivamente y vieron a Gaspar entrando.
Ese día vestía un traje gris oscuro impecablemente cortado y llevaba unos lentes de armazón dorado que le añadían un aire intelectual. Su cabello cano estaba peinado con esmero y brillaba con un lustre frío bajo las luces. Con su llegada, el ambiente del lugar se tornó más formal.
La mirada de Gaspar recorrió brevemente el lugar antes de dirigirse hacia ellos.
Luego, varias personalidades del sector subieron al escenario para dar sus ponencias. Después, los asistentes de diferentes áreas se dirigieron a salas de reuniones más pequeñas para intercambiar ideas.
Micaela entró a la sala de medicina. Apenas se había sentado y estaba escuchando las discusiones sobre los últimos avances en investigación cuando Gaspar abrió la puerta y entró.
Como presidente de la cámara de comercio, se suponía que debía estar presidiendo la sesión de inteligencia artificial.
Y esa era también el área que más le interesaba.
—Director Gaspar, por favor, tome asiento —dijo un profesor de gran trayectoria, levantándose para recibirlo.
Gaspar sonrió levemente. Su mirada, detrás de los lentes dorados, recorrió la sala y finalmente se posó en Micaela.
—La medicina es un campo crucial para el bienestar de la humanidad. Quería venir a escuchar sus valiosas opiniones.
Se sentó en un lugar que el personal había añadido, justo enfrente de Micaela. La mano con la que ella sostenía la pluma se tensó ligeramente; preferiría que él estuviera prestando atención a otros campos.
Cuando llegó el turno de Micaela de hablar, ajustó la altura del micrófono y comenzó a explicar los últimos avances en la investigación de enfermedades de la sangre. Al otro lado de la mesa, un par de ojos la observaban fijamente, con una admiración que no intentaba ocultar.
***

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica