En medio de los aplausos, Micaela tomó asiento. Alguien sugirió que Gaspar dijera unas palabras.
—Director Gaspar, ¿podría decirnos qué tipo de apoyo planea dar al mundo de la investigación en el futuro?
Gaspar tomó el micrófono.
—La cámara de comercio siempre se ha comprometido a apoyar proyectos de investigación innovadores. Apoyaremos con todos nuestros recursos a los talentos que demuestren un valor académico excepcional.
La declaración de Gaspar fue clara y contundente. Al mismo tiempo, su mirada se posó en Micaela; era evidente que ella era uno de esos talentos a los que se refería.
Estas palabras hicieron que Micaela levantara la vista, encontrándose directamente con su mirada profunda. Detrás de los lentes dorados, sus ojos contenían además otras emociones que no pudo descifrar.
Poco después, Gaspar se fue de nuevo, dirigiéndose al área de inteligencia artificial.
Al mediodía, Micaela almorzó con el doctor Leiva y su grupo. Gaspar, por su parte, estaba atendiendo a unos invitados internacionales. Se encontraron en el restaurante y, desde la distancia, él saludó al doctor Leiva y a los demás antes de que cada grupo entrara a su reservado.
La sesión de la tarde también terminó relativamente temprano. Justo cuando Micaela estaba a punto de salir del salón de conferencias, sonó su celular. Era Adriana.
Micaela dudó un momento antes de contestar.
—¿Hola?
—Micaela, mi hermano me dijo que estás en el seminario. ¿Podría recoger a Pilar esta noche para que cene en mi casa? Mi mamá y mi abuela tienen muchas ganas de verla.
Micaela pensó que la mansión Ruiz no estaba lejos del kínder y que su hija había mencionado varias veces que extrañaba a su abuela.
—Está bien. Recógela a las cinco y diez. Yo pasaré a buscarla más tarde.
—¡Perfecto! Entonces iré puntualmente a recoger a Pilar —respondió Adriana, feliz.
Micaela miró la hora. Ahora que la noche le había quedado libre, no sabía qué hacer.
En ese momento, el celular volvió a sonar. Lo tomó y miró la pantalla, algo sorprendida. Era la esposa del alcalde quien llamaba.
Micaela contestó con una sonrisa.
—¡Hola! Señora Villegas.
—Micaela, supongo que irás a la cena de negocios de esta noche, ¿verdad? —dijo la voz amable de la señora Villegas.
—Señora Villegas, yo podría…
Al otro lado de la línea, la señora Villegas notó su intención de negarse y la animó.
—Micaela, sé que no te gustan mucho estas ocasiones, pero es una buena oportunidad para divertirnos un poco en una fiesta. Yo también iré esta noche con Jimena. Me encantaría que vinieras.
Un pensamiento cruzó la mente de Micaela de inmediato: si veía a la familia Villegas, ¿quizás podría averiguar algo sobre Anselmo?
Gaspar se quedó pensativo unos segundos con el celular en la mano. Un cliente que se estaba despidiendo se acercó a saludarlo, y su rostro apuesto se iluminó de inmediato con una sonrisa distinguida y elegante mientras le estrechaba la mano.
Después de despedir al cliente, se giró hacia Enzo, que estaba a su lado.
—¿Sabes dónde está Micaela?
—A estas alturas ya debe haber salido del salón de conferencias. Vi que la sesión de medicina ya terminó.
Gaspar tomó su celular, dudó un momento y marcó el número de Micaela.
—¿Hola? —contestó ella al otro lado.
—Escuché a Adriana decir que dejaste que Pilar fuera a cenar a casa de mi madre. ¿Qué planes tienes para esta noche? —preguntó Gaspar en voz baja.
—Acepté acompañar a la señora Villegas a la cena —respondió Micaela.
La sonrisa en los labios de Gaspar se desvaneció un poco. ¿Micaela iba a asistir con la familia Villegas? ¿Como la futura nuera de la familia?
—Está bien. Nos vemos en la cena —respondió Gaspar con voz ronca, y ella colgó primero.
A su lado, Enzo notó de inmediato la terrible tensión que emanaba de su jefe y, prudentemente, retrocedió dos pasos.
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